¿Qué está pasando por la mente del presidente norteamericano Barack Obama, en relación a Latinoamérica? Misterio chino. Hace poco el jefe de la Casa Blanca hizo su primera visita a Méjico, país al que EE UU ha catalogado de peligrosísimo –a nivel de Pakistán, según informó la cadena CNN– por la brutal guerra que se ha desatado entre mafias de narcos.
Luego Obama se dirigió a la caribeña isla Trinidad Tobago para acudir a una llamada “cumbre” con sus pares latinos. Los únicos que no asistieron fueron Evo Morales y el tirano Raúl Castro. El primero porque exige que Obama le ofrezca disculpas públicas por el retiro de su embajador ¿?. El otro por cálculo político.
A propósito de estas famosas “cumbres” regionales, la verdad es que son un bodrio. Jamás concretan acuerdo alguno. Todo se resume a frases rimbombantes que conducen absolutamente a nada. En lo único en que todos se ponen de acuerdo es en la hora de acabar las sesiones para almorzar o tomarse el coctelito de rigor y, eso sí, en la fecha de la siguiente “cumbre”. Ni siquiera en el país donde se realizará. Porque las pendencias, engreimientos y malacrianzas de algunos mandatarios hacen que estas citas sean tensas, desagradables. Por eso esta vez ningún país quiso hacer de anfitrión. A último minuto Trinidad Tobago salvó la cosa. Recuerden nomás el famoso “¡¿Por qué no te callas?!” que le espetó el Rey Juan Carlos de España al impresentable Chávez.
Ahora, volviendo a la pregunta, ¿qué pasa por la mente de Obama respecto a América Latina? La verdad es que lo único que deja traslucir el hombre de Washington son gestos desconcertantes. Para empezar, antes de volar a Méjico relajó el embargo a Cuba. A manera de respuesta –¿conversada?– el tirano Castro II le hizo saber que está dispuesto a hablar “de todo, de derechos humanos, de libertad de prensa, etc.” Claro, hablar no quiere decir cambiar, por más que al final de su lisonja el cubano soltara un “podríamos estar equivocados”, sin aclarar a qué se refería. Pero hay más. Obama conversó –amablemente– con el impresentable Chávez, no obstante los terribles insultos que éste profiriera contra el ex presidente Bush, quien en ese momento encarnaba a la nación norteamericana.
El mensaje ambiguo de Barack Obama no ayudará pues a erradicar la criminal dictadura de la zaga Castro Ruz que, aunque por el momento no siga asesinando en el “paredón”, sí mantiene a centenares de presos políticos, prohíbe la libertad de opinión, proscribe los partidos políticos, rechaza las elecciones libres, etc. Y ese confuso mensaje obamiano tampoco evitará que se consoliden nuevas tiranías socialistas en la región, como pretende imponer el impresentable Chávez con sus secuaces Morales, Correa, Ortega, Lugo, etc. De manera que a hablar claro, señor Obama. Pero sobre todo sea usted consecuente con el mensaje de auténtica Democracia que pregona su nación.
viernes, 24 de abril de 2009
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