Muy peligroso el cargamontón que soterradamente vienen gestando ciertos integrantes del régimen García contra Luis Carranza, el sobrio ministro de Economía y Finanzas. Precisamente cuando los gobiernos del planeta entero llaman a actuar de la manera más consistente, coherente y sobre todo unida –de cara a una crisis internacional jamás vista en las últimas seis décadas, y a la que sobradamente se pueda calificar de depresión–, todo indicaría que, una vez más, las cosas en el Perú se hacen a contrapelo de la realidad y, sobre todo, de espaldas a la lógica.
Luis Carranza es un estupendo tecnócrata, de aquellos que resulta un verdadero lujo tenerlo dirigiendo las finanzas y la economía de una nación tercermundista. Claro, un lujo para quienes procuran que este país mantenga un crecimiento estable camino al progreso. Lo opuesto a esos populistas que quieren arreglarlo todo repartiendo dinero ajeno: la plata del contribuyente. Que sepan estos irresponsables, solo desde setiembre del año pasado a la fecha el mundo ha perdido alrededor de 8 millones de millones de dólares por la caída de las bolsas y el colapso del sector inmobiliario. Cifra que aún puede crecer, pues la crisis mundial aún no habría tocado fondo. Y claro, a esa miríada de dinero esfumado se debe en gran medida el terremoto que ha sufrido el sistema bancario, contrayendo dramáticamente el volumen de préstamos al sector productivo, y encareciendo el costo del crédito disponible. Ergo el sector empresarial –de afuera y también local– tendrá que adaptarse a una mucho menor escala financiera, eliminando oportunidades de crecimiento y por tanto afectando el nivel de oferta de empleo.
Y es en medio de este panorama desolador que se produce la irracional, peligrosa presión de algunas fuerzas políticas y burocráticas para forzar al ministro Carranza a librar partidas para satisfacer a cada cual. Como si el dinero naciera de los árboles. Si alguien tiene que interpretar el papel de avaro en un país menesteroso como éste es precisamente el ministro de Economía y Finanzas. Porque si algún jefe del MEF le resulta simpático a la clase política, entonces mejor saltemos a los botes salvavidas. Porque automáticamente se evaporará el escaso dinero que existe –entre reservas del BCR y saldos presupuestales– producto del ahorro acumulado a lo largo de los últimos 15 años –algo que nunca antes pudo lograr el Perú– gracias a la perseverancia, sacrificio y disciplina de los 28 millones de peruanos.
Sin embargo, como si la presión política y burocrática para debilitar al ministro Luis Carranza fuese insuficiente, el terrorismo se suma a la campaña anti Perú. Porque resulta que estos malnacidos pretenden llevarse el dinero con que cuenta el Fisco para construir escuelas y hospitales, o mejorarle el sueldo a médicos y profesores. ¿Cómo? A través de sus abogados –las oenegés de la elite caviar peruana–, estos genocidas vienen consiguiendo sendos fallos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que obligan al Estado a indemnizarlos con cifras millonarias. ¿Qué le parece, amable lector?
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