viernes, 10 de abril de 2009

Fecha de reflexión

A propósito de la Semana Santa, qué mejor homenaje podemos rendirle a Jesucristo –en estos días en que se recuerda su Pasión y Muerte– que recordar la fenomenal labor pastoral que realiza su Iglesia. Siempre polémica, pero igualmente siempre firme, la Iglesia Católica lleva ya la friolera de dos milenios liderando la labor pastoral en el planeta. 
Que ha habido épocas cavernarias, sin duda. Papas entronados por su riqueza o la propia Inquisición –la increíble Santa Inquisición– dan muestra de lo sucedido. Pero así era el mundo en esa etapa de la humanidad, y aquello marcaba muchas de esas cosas que hoy –en perspectiva– nos parecen increíbles, cuando no absurdas o aberrantes. Con el correr de los años, con el avance de las eras –hasta llegar a la Edad Moderna–, esas cosas han cambiado radicalmente. Hoy la Iglesia Católica no será el credo con mayor número de seguidores, sin embargo el Papa sigue siendo una figura magistral en el universo de naciones, por ejemplo. Y, asimismo, esa Iglesia se encuentra extendida en todo el mundo cumpliendo no solo su misión evangelizadora sino, además, un predominante papel solidario, algo que mayoritariamente pasa desapercibido porque la gente da por descontado que ese es, en esencia, el rol primordial de la Iglesia Católica. 

Una muestra de lo que es esa labor pastoral la explica en forma brillante el académico de la lengua y distinguido periodista español, Luis María Anson, a quien cedemos el espacio que resta de esta columna para deleite de nuestros lectores. “En las leproserías en todo el mundo, en los asilos de ancianos terminales, en los hospitales para enfermos infecciosos, solo se encuentra uno con misioneras y misioneros católicos. Esa es la escueta verdad. Nunca me he tropezado en esos lugares con un comunista militante, con uno de esos manifestantes que vociferan contra la Iglesia. Los misioneros y misioneras permanecen al margen de las pancartas y los sermones políticos. Derraman su amor sobre los leprosos, los sidosos, los enfermos terminales, los ancianos sin techo, los desfavorecidos y desamparados”.

Y continúa el elogio de Luis María Anson a la Iglesia: “Pues bien, en el cuerno africano, en las ciudades estercoleros de África, en los pueblos escombreras de Asia, en las favelas brasileñas o en las villamiserias peruanas, trabajan para los más pobres, para los más desfavorecidos, millares y millares de teresitas de Calcuta”. Y concluye Anson: “Escuché en una tertulia de radio a un simpático homosexual cebarse con el Papa y despotricar de la Iglesia. Se me ocurrió aclararle: ´Dicen que el sida está especialmente extendido entre los homosexuales aunque afecte ya a los heterosexuales. Seguro que tú nunca te pondrás enfermo. Pero ten por seguro que, si así fuera, quien te atenderá con amor y dedicación en el hospital será una monja católica.´ Se quedó callado como una puta el simpático gay y los tertulianos se apresuraron a cambiar de tema”. Qué mejor homenaje en esta fecha que recordar la abnegada labor de la Iglesia.

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