No hay derecho que gente que se autotitula demócrata siga el camino de la misma escoria que insiste en llevarnos al despeñadero terrorista. Y lo hacen por el prurito de quedar bien con una izquierda extremadamente mediática, financieramente poderosa y singularmente conectada a nivel internacional.
En otras palabras, solo el glamour del poder impulsa a esa gente –sin conciencia propia– a apoyar la campaña encubierta de la izquierda jurídica que proyecta al terrorismo como instrumento de fuerza que la lleve al poder.
Señalábamos hace poco el hecho –comprobado– que la izquierda jurídica gobierna de facto. De manera subterránea, esa elite –compuesta fundamentalmente por la progresía caviar, o sea la zurda elegante, delicada, fifí, que vive como millonaria y protesta como proletaria– a lo largo de las últimas décadas usa el fundamento politizado de los derechos humanos, la ecología, los matrimonios del mismo sexo, el, aborto, el derecho de los gay, la guerra a la corrupción, etc., como instrumentos que solo ella, la zurda, domina y administra en forma correcta y eficiente. Y aquello le ha permitido –a la izquierda política– acaparar espacios clave dentro del aparato estatal, sin la necesidad –en todo caso la condición democrática sine que non– de obtener un solo voto en las urnas.
Pero sucede que esa izquierda jurídica –que jamás ha sido elegida por los peruanos para gobernar– ha resultado ser también la catalizadora de aquella gente de centro y de derecha que se ha plegado a la prédica políticamente correcta de los derechos humanos y demás yerbas. En otras palabras, hay gente que se hace llamar de centro izquierda y hasta de centro derecha que, por empatía con amigos de la izquierda jurídica, apoya al terrorismo, atraída quizá porque la postura socialista –con prebendas de todo tipo para quienes la practican– asigna mucho caché a los que actúan con doble cara. Por ejemplo, esa gente desenfocada apoya al terror atacando a las FF AA –acusándola de genocida– solo porque cumple su obligación de defender a 28 millones de peruanos del accionar de Sendero.
En una auténtica democracia estas aberraciones no pueden ni deben producirse. Es más, quienes se prestan a este doble juego –que al final del día significa anteponer los intereses de la sociedad a afanes personalistas– deberían estar políticamente proscritos. En el escenario actual, lo que está en juego es el futuro del Perú de cara al resurgimiento de un Sendero Luminoso hermanado con el crimen del narcotráfico. Y la democracia no debe prestarse a semejante amenaza sino, por el contrario, necesita repelerla. Notamos pues consternados que gente culta –intelectuales, profesionales y público de otras avenidas– se preste a atacar al Estado tildándolo de violador de dd hh del terrorismo letal. Con ello le abren el camino a Sendero y al Mrta, aunque sea sin abrazar necesariamente la ideología izquierdista. Ideología que, dicho sea de paso –de caviar a ultra o terrorista– es una misma: el socialismo. Se diferencia tan solo en las metodologías de cada cual.
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