jueves, 10 de septiembre de 2009

¿Seguiremos a la zaga?

Si bien el tema ideológico aún no constituye un elemento central de polarización en el planeta –como fue hasta el 9 de noviembre de 1989 cuando cayó el muro de Berlín, se desintegró la ex Unión Soviética y pasó a la sala de cuidados intensivos el comunismo–, todo indica que en el mundo viene consolidándose un armamentismo descarnado, cuya implicancia no se sabe dónde nos llevará. Al margen de la tradicional competencia entre Estados Unidos y Rusia por infiltrarse en espacios tácticos de distintos continentes, esta vez la crisis económica empuja a ambas naciones –a las que hoy se suman China, India y, sorpresivamente, Francia– a vender armas donde sea posible. Porque les resulta muy difícil apoyar a sus industrias bélicas en zonas de conflicto como Afganistán, Irak, Irán, etc., en vista de que la ONU y la OTAN –y el propio EE UU– han recortado sus gastos bélicos por el colapso financiero y para atender el mensaje antibélico de Obama.

Estados Unidos aún encabeza la lista de países vendedores de armas. Está relacionado con más de dos tercios de las operaciones internacionales de compra venta de armamento (US$ 37,800 millones durante el 2008). Le siguen Italia con US$ 3,700 millones y Rusia con US$ 3,500 millones (las ventas rusas del año pasado cayeron sensiblemente, comparadas con el 2007 que negoció por US$ 10,700 millones).

Y Latinoamérica es una perita en dulce para los fabricantes de juguetes de guerra. Sino vemos lo acontecido con Chile –nación si bien con menos pobres que nosotros, sin embargo exhibe una carga de indigencia a nivel de país tercermundista–, un país que sólo en los últimos cuatro años ha invertido cerca de US$ 7 mil millones en compra de armas letales sofisticadas. Y esta semana Brasil selló un acuerdo histórico con Francia, al aprobar la compra inmediata del primer submarino nuclear de la región, de otros cuatro convencionales y de 50 helicópteros de transporte, en una megaoperación valorizada en 8,500 millones de euros. Y Brasilia continúa negociando la adquisición de otros 36 cazas franceses Rafale, cuyo precio está aún por concretar. De otro lado el impresentable Chávez está en tratos –bastante avanzados– con Rusia para adquirir una enorme flota de aviones de combate y una poderosa escuadra naval, aún no precisada.

Perú todavía no se define. Claro que carecemos de capacidad para igualar el monstruoso armamento acumulado por Chile, y somos unos pigmeos comparados a Brasil. Sin embargo, al margen de resguardar nuestra soberanía ante injerencias externas, nos urge contar con armas y equipos para combatir el terrorismo. Empezando por adquirir helicópteros adecuados. No los rusos, hindúes o chinos que no garantizan cubrir en forma debida nuestro territorio escarpado –sería irresponsable experimentar en un caso clave como éste– sino los norteamericanos, los Bell –Huey– usados con tanto éxito en Vietnam y ahora mismo en nuestra sierra y selva para combatir el narcotráfico. Es más, Perú se distanció de
EE UU cuando durante los años setenta se hipotecó a la ex URSS comprando armamento hasta por gusto. Esta es la ocasión para resarcirnos con el Tío Sam, equipando debidamente a nuestras pauperizadas Fuerzas Armadas y Policiales.

NOTA: Esta columna aparecerá en forma eventual hasta próximo aviso.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Narcotráfico y política

El tema del tráfico de droga y la política vuelve a las portadas. Esta vez a raíz de que Nancy Obregón, congresista de la bancada de Humala, tuvo de asesor a Max Edmundo Caller Valdez, quien hace poco fue capturado portando nada menos que 146 kilos de cocaína, señalado de pertenecer a algún cartel mexicano de la droga.

No perdamos de vista que la legisladora Obregón –como su primus inter pares, Evo Morales en Bolivia– es dirigente activista de los cocaleros; o, para ser más claro, defiende a los sembradores de hoja de coca, 93% de cuyas cosechas van directamente a la vena del narcotráfico.

La virginidad de la clase política está en juego hace tiempo. El acoso al que la someten los carteles es brutal. Nadie duda que los capos de esta mafia necesitan el respaldo de las altas esferas del poder para continuar amasando billones de dólares, gracias a la consolidación de sus negocios ilícitos dedicados a envenenar a la sociedad. En el Perú el narcotráfico ya cuenta con poderosos contactos a nivel social y empresarial. También ha penetrado a la Justicia –por fortuna sólo a la epidermis– a nivel de contados fiscales y jueces. Sin embargo les urge llegar al ápice del Estado: al Congreso y, de ser posible, al Ejecutivo. No es la primera vez que lo intentan. Recordemos al diputado Manuel Ángel del Pomar. Y parece que esta vez el narcotráfico apuntaría al ollantismo.

No es un secreto que el impresentable Chávez ha montado un imperio basado en el petróleo, aunque también ligado a la droga debido a que el impresentable ha convertido a su país en centro de distribución internacional para grandes carteles. Y por si fuera poco, el jerarca venezolano insiste en imponer al ollantismo como gobierno en el Perú, un partido que no es la primera vez que aparece envuelto en asuntos que lindan con el tráfico de estupefacientes, como el caso que reseñamos de la parlamentaria Obregón.

Los procesos electorales son ocasiones para que los narcos se acerquen a quienes aspiran al poder. Y con tanto pichiruche autoproclamado candidato a la presidencia de la nación; o a jefaturar alguna región, a acceder a una curul en el Congreso o a ocupar alguna Alcaldía, es evidente que toda esa gente –en su mayoría menesterosa, mental y financieramente hablando– necesita dinero a raudales para solventar su campaña. Y allí, siempre presto, algún capo de la droga extenderá su mano cargada de narcobilletes.

En consecuencia la sociedad está advertida: no es imposible que este país se convierta en narco estado. El acecho es incesante, así como ilimitada la cantidad de dinero del que dispone la mafia para comprar lo que necesite. Nuestra propuesta para evitarlo sigue en pie: legalizar los estupefacientes. La cosa prohibida atrae, sobre todo a la juventud; y la factibilidad de comercializar lo vetado es tan fácil como vender medicinas sin receta. En ese sentido, ¿acaso la droga en este país no se vende abiertamente en la puertas de los colegios y hasta se distribuye por delivery a domicilio? Muerto el perro se acabó la rabia. Liberando la droga desaparecerá el tráfico ilícito, y con él los carteles de la droga que viven haciendo toneladas de plata y asesinando a mansalva, gracias a la prohibición.

martes, 8 de septiembre de 2009

Un mundo diferente

El mundo se encamina a un nuevo vuelco; a un cambio de proporción desconocida; a una transformación aún en proceso de moldeo; a una evolución de veras significativa, forzado por las circunstancias de la mayor depresión económica desde el año 1930, y animado por la tendencia a reformarlo todo que día a día imponen las generaciones jóvenes que inexorablemente vienen tomando el control del poder socioeconómico. La etapa inmediatamente anterior de cambio fue hace apenas dos décadas –a finales de los años ochenta– a raíz de la caída de la Unión Soviética. Un proceso que acabó con cuatro décadas de bipolaridad semiestática post Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, esta vez en solo dos décadas el mundo ya reclama otra reorganización. Sin duda el impulso estriba en la revolución de las comunicaciones, sobre todo en el uso cada vez más intenso del Internet. Un fenómeno tecnológico de implicancias más sociales que económicas o comerciales. Un descubrimiento de colosal importancia para integrar en forma progresiva a estamentos del mundo que antes jamás tuvieron voz ni voto, y que hoy sin embargo conocen en tiempo real exactamente lo que acontece en el planeta. Y, además, un vehículo de cambio generacional que le permite a los Estados más pobres usarlo como instrumento para multiplicar programas de educación para las capas menesterosas, algo que a su vez generará nuevos acomodos –e incógnitas– sociales.

Es difícil predecir qué sucederá en la Tierra. Pero el panorama universal es distinto. Empezando por comprobar la metamorfosis emprendida por Norteamérica luego de la descomunal crisis financiera que empezó hace un año. Un giro cuyo destino moldea un joven político progresista, Barack Obama, el primer presidente de color tras dos siglos de historia republicana estadounidense. El hecho que hoy, en el paraíso del capitalismo, los principales bancos, la mayor compañía de seguros, dos de las tres más grandes empresas automotrices, entre otros conglomerados, estén bajo control estatal; o que la propuesta que se debate en EE UU para reformar la seguridad social sea imponiendo el estatismo; o que la corriente proactiva en la mayoría de estados sea a favor del matrimonio entre personas de un mismo sexo; o que se encuentre en pleno debate entre muy importantes académicos la conveniencia de liberalizar el consumo de drogas, ¿acaso estos pocos ejemplos evolutivos en la primera potencia del planeta no constituyen el anuncio de un brutalmente impensado cambio en el panorama mundial?

Sin embargo la velocidad con la que se genera esta transformación rebasa la capacidad del hombre para orientar a las nuevas generaciones. ¿Qué pueden o deben hacer los jóvenes para encarar el nuevo orden mundial? Hay temas académicos aún no resueltos como el enfoque moral en la escuela –donde hablar de sexo, crimen, homosexualidad, etc., ya es moneda común–; o proyectar nuevas carreras universitarias que permitan a la juventud no solo administrar un planeta distinto sino anticiparse a la dinámica de los futuros cambios que irremediablemente seguirán produciéndose. El mundo está demasiado ocupado viendo cómo sale de la depresión actual, y no le está prestando mucha atención a las consecuencias futuras de la crisis. Algo tan o más importante.

¿Reconciliar por la fuerza?

Comentábamos ayer la temeridad del entono de la CVR que persevera en construir un museo de la memoria –mausoleo que en rigor promueve una oenegé internacional que se dedica a fomentar esta clase de exquisiteces, propias del primer mundo–, para que el Perú evoque con sensibilidad y grandeza el cuarto de siglo de terrorismo que sufrió. Pero hombre, si estamos presenciando nada menos que el rebrote letal del terrorismo con la pérdida de medio centenar de vidas sólo en los últimos meses; si comprobamos que el Vrae es una zona cada día más liberada por el terrorismo –esa plaga a la que la progresía arteramente llama “narcoterrorismo” para bajarle el tono y hacerle creer a los peruanos que sólo se trata de una banda armada de traficantes de droga–; cuando vemos que lo que hace Sendero es llenarse los bolsillos –circunstancialmente con dinero de la coca– para repotenciar sus actividades con miras a reanudar la llamada “guerra popular”.

En este escenario cabe preguntar:
–¿Con qué derecho la progresía nos impone un museo de la memoria para que allí se confundan –como pares– los defensores de la sociedad con los asesinos de la misma?
–¿Los impulsores de la ermita creen que esta sociedad está obligada –a la fuerza– a reivindicarse con el terrorismo para sólo entonces considerarla políticamente correcta?
–¿O acaso los gestores del brulote siquiera tuvieron la delicadeza de proponer una consulta popular, un referéndum, para que la ciudadanía se pronuncie previamente sobre un asunto de capital trascendencia para su pasado, presente y futuro?
–¿O es que sencillamente por que una elite decide que el Perú debe reconciliarse con Sendero y el Mrta, la sociedad tiene que dispararse a los pies o protagonizar un suicidio masivo para –a ojos de aquel cenáculo– recién mostrarse intelectualmente superada?
–¿Hasta cuándo una mal llamada sociedad civil –jamás elegida por voto ciudadano sino autodesignada rectora del Perú– va a dirigir el destino de 28 millones de peruanos?
–Por último, ¿qué clase de democracia es ésta donde los gobiernos elegidos deban estar supeditados a mandatos de organizaciones excéntricas, como esa oenegé emboscada que se hace llamar Comisión de la Verdad –y su sucedáneo, el museo de la memoria–, un organismo falaz financiado en buena parte con dinero extranjero; una organización que a través de recursos, ideologías y metodologías foráneas solo procura esconder las atroces huellas de muerte y desolación que dejó la hecatombe de Sendero y el Mrta, para coercitivamente victimizar al terrorismo y satanizar a nuestras fuerzas del orden?

El Perú necesita sindéresis y consistencia, señores. Acá hubo un calvario que enlutó a la sociedad; una tragedia que asesinó a 30 mil seres humanos; una calamidad que mantuvo en pánico a millones de inocentes; un cataclismo que dinamitó decenas de miles de millones de dólares de infraestructura pública y privada que aún no logramos reponer. Y eso, amigos lectores, no se borra con comisiones ni museítos que buscan reconciliarnos por la fuerza con genocidas que jamás se arrepentirán. Menos aún cuando comprobamos que su alma mater, Sendero Luminoso, sigue aterrorizando y asesinando a los peruanos.

Una temeridad

Luis García Miró ElgueraEl país está sobrecogido por la escalada terrorista. En los últimos doce meses ha producido más de medio centenar de muertes. En ese sentido resulta dramática la situación de los militares y policías a quienes la sociedad obliga a combatir el terror. No solo ponen en juego la probabilidad de quedar tullidos sino de perder su vida. Por si fuera poco están expuestos a algo injusto y demencial: ser denunciados y condenados por la izquierda caviar por violar derechos humanos de los terroristas. Sin embargo paradójicamente luchan, entre otras razones, para proteger la vida, salud y comodidades de los pontífices de la culta y perfumada burguesía caviar; es decir, dan batalla por defender a sus más pertinaces enemigos y verdugos, y estos les pagan con su desprecio.

Es alucinante la forma como estos fariseos –que se autotitulan políticamente correctos– engañan a la ciudadanía, colocando a senderistas y emerretistas como víctimas de nuestras Fuerzas Armadas y Policiales y a las fuerzas del orden como asesinas en serie de “valerosos luchadores sociales, mal llamados terroristas”. Esta realidad rige desde que el Estado le ganó la guerra a Sendero Luminoso y al mrta. Sí, señor, vencimos en el plano militar y en el jurídico tras apresar a toda la dirigencia terrorista, condenándola a cadena perpetua. Aunque la progresía caviar se encargó de excarcelar a centenares de terrucos dizque por haber sido injustamente condenados; y asimismo cambió la legislación antiterrorista para que los genocidas encarcelados se acojan a la reducción de penas por observar “buena conducta” en la cárcel. Y encima de estas afrentas contra la seguridad y la legalidad, los caviares siguen dictando cátedra de cómo deben comportarse el Estado, los partidos, o los medios de prensa para –a su criterio– ubicar al Perú en el estándar de país políticamente correcto. Es decir, hipocresía al cubo.

Producto de uno de los ucases de la progresía caviar –impuestos a través de la Comisión de la Verdad, paradigma del comunismo criollo– es ese llamado Museo de la Memoria, ermita que la rojería pretende erigir como monumento a sus hermanos senderistas y emerretistas muertos en enfrentamientos que ellos –los zurdos– promovieron, al sublevarse con armas, dinamita y vitriolo contra la sociedad peruana para conquistar el poder por la fuerza. Y a ese atentado contra el estado de derecho, a esa traición que puso al Perú al borde de extinguirse como nación libre y tornarse en tiranía cubana –eso que tanto atrae a los progre–, a esa perfidia, amigos lectores, la premia la izquierda con un museo para honrar como héroes a sus “luchadores sociales”, y humillar a nuestros soldados, policías y gobernantes calificándolos de genocidas.

No alcanzamos a comprender entonces cómo es posible que se insista en la iniciativa de la CVR de levantar un mausoleo para rendir pleitesía a los antecesores del senderismo que continúa atentando contra el Perú –porque sigue sangrante y latente la herida que abrió el terrorismo–, mientras muchos integrantes de la CVR mantienen amenazadas a las FF AA con su prejuiciosas denuncias ante la CIDH por violación de dd hh. De locos.

Oxigenando al terrorismo

Hay aspectos medulares en torno al debate sobre la escalada terrorista: 1) la estrategia sociopolítica a cargo del Estado; 2) la táctica militar encomendada a las FF AA; y 3) la complicidad de las oenegés políticas con el terrorismo. Y cuidado que no decimos narco terrorista pues esa acepción implica bajarle el tono al problema, soslayando que sendero y el mrta ocasionalmente –como ahora- se valen del narcotráfico como vía financiera para rearmarse y reagruparse con miras a su única batalla final: la conquista del poder.

1) El Estado carece de estrategia para enfrentar el resurgimiento de sendero y el mrta, tras la Inquisición a la que fue sometida la exitosa política antiterrorista que aplicó el régimen de Fujimori hasta acabar con las dos sectas del terror que nos tuvieron en vilo un cuarto de siglo. Desde entonces, la clase políticamente correcta boicotea todo intento de este gobierno por reponer aquella legislación antiterrorista, que incluye condenas drásticas sin beneficio penitenciario alguno, ni mucho menos permite excarcelar a senderistas y emerretistas, como ha sucedido. Asimismo los políticamente correctos se oponen a que se reponga el combate militar directo, acompañado de un trabajo de inteligencia que sume la defensa de la población a la del Estado. Alegan en ambos casos que las iniciativas atentan contra los derechos humanos de los terroristas, y amenazan con volver a acusar al Perú ante la Corte Interamericana en caso el gobierno se atreva siquiera a sugerir el debate para reponer una firme estrategia antiterror.

2) Respecto a la táctica militar, resulta patético ver a tanto politicastro y a los mismos “opinólogos” de siempre pontificar sobre cuál debe o no ser el plan de acción de las FF AA para combatir el terrorismo. Un aspecto eminentemente técnico y profesional jamás debe ser manejado por improvisados o mequetrefes. Dejemos solos a los militares y policías trazar la línea –secreta, por cierto- que debe seguir el Estado. Sin embargo hace falta que Ejecutivo y Legislativo aprueben los presupuestos necesarios para evitar que nuestros uniformados carezcan de aviones, helicópteros, armamento, munición, movilidad, equipamiento, etc. para enfrentar a sendero luminoso y el mrta.

3) En la complicidad de las oenegés políticas con el terrorismo estriba la parte medular del problema, pues soldados y policías se resisten a seguir luchando contra el terrorismo para evitar ser procesados, condenados y encarcelados por violar derechos humanos de los genocidas, como hoy le sucede a más de 1,000 militares que lucharon en el Vrae y están demandados por sendas oenegés que defienden al terrorismo. No puede cuadrarse el círculo. O se combate a sendero y al mrta en las mismas condiciones –es decir, disparando a matar como hacen ellos- o dejemos que el terrorismo declare la victoria.

Mientras el país no se proponga resolver estos tres aspectos, lo único que estamos haciendo es aplicarle oxigeno al terrorismo, temerariamente resucitado entre Paniagua y Toledo para quedar bien con la casta políticamente correcta que los colocó en palacio.

Más cuidado

Cuatro empresas editoras de diarios y una revista decidieron hace pocos años fundar un club particular. Un club exclusivista y segregacionista al que optaron por denominar –soberbia y falsamente– Consejo de la Prensa Peruana. Sí señor, un consejo de la prensa “Peruana” al que esos empresarios presentan como la Meca del periodismo nacional; como el Faro de la Alianza de las Civilizaciones para hombres de prensa honorables, decentes y políticamente correctos; como paraíso de la moral mediática y gloria de la pluma y la palabra acertada. Pero ese consejo, amigos lectores, no es más que un clan de cinco empresas amigas, donde por cierto no se encuentra representado el universo de medios de comunicación del Perú. Es más, aquel consejo de la prensa “Peruana” sucede que muy pocos conocen que se trata de apenas una oenegé que funge de consejo de honor para toda la profesión periodística nacional.

No contentos con esconder que el consejo es una oenegé como tantas otras que dominan el especto político nacional –en este caso representando sin mérito alguno al gremio de la prensa “peruana”–, este grupete de empresas editoras tiene el desparpajo de arrogarse el manejo ético de todos los medios periodísticos del país. ¿Cómo así? Pues sin tener facultad alguna para hacerlo –salvo el poder que genera aparentar la representación de todo el periodismo del Perú– lograron convocar un conjunto de gente “notable” –y otra no tanto– para que integre sonoras comisiones de honor, o de lo que fuere, que dicten cátedra sobre cómo debe comportarse el universo de medios de comunicación del país, de acuerdo a parámetros preestablecidos por la progresía caviar que domina a los dueños de las empresas editoras propietarias del consejo de marras. ¿Por qué en todo caso no lo llaman como corresponde: Consejo de la Prensa Caviar, Consejo de la Prensa Progre, Consejo de la Prensa Políticamente Correcta, o Consejo de la Prensa Elite? ¿Por qué engañar al público, e incluso a los comisionados “notables”, aseverando que el consejo es de la “Prensa Peruana”, cuando no lo es? Hace poco, por ejemplo, la Corte Suprema realizó un encuentro con “la prensa”, teniendo como único invitado al consejo de marras. Este escriba aclaró por carta al presidente del Poder Judicial que aquello era una falacia.

Y esa falacia, señores, retrata de cuerpo entero a quienes patrocinan esta agrupación que se jacta de pontificar –a título farsante de entidad nacional– sobre cuestiones de ética, honorabilidad, responsabilidad, independencia, etc., en torno a la libertad de expresión. En todo caso aquello correspondería que lo haga la única entidad representativa del gremio de los hombres de prensa: el Colegio de Periodistas del Perú, por ejemplo. Pero de ninguna manera cuatro o cinco empresas editoras, sin prerrogativa para interpretar lo que es la libertad de información y de opinión ni menos para juzgar al espectro de medios de comunicación nacional. En todo acaso, EXPRESO jamás ha solicitado –ni lo hará– ingresar a ese clan porque no representa el sentir de la prensa libre, entendido como el ejercicio periodístico sin más control que la responsabilidad personal de cada director de medio. Así que basta de seguir engañando con esto del consejo de la prensa “peruana”.