Una muestra más del doble estándar de la izquierda lujosa lo refleja su silencio ante la reelección de sus pares, el impresentable Hugo Chávez y el acólito de éste, Rafael Correa.
A esta dupla socialista y antidemocrática, a estos dos disociadores regionales –ambos empeñados en contagiarle a Latinoamérica su odio social, su inquina al éxito y su afán totalitario, por orden expresa de Fidel Castro, el sumo pontífice de la izquierda sudaca–, pues resulta que la zurda progre los aplaude con gesto hipócrita –al mantenerse callada–, tras haber sido reelectos presidentes, gracias a esos poderes absolutos de los que tanta gala hacen ante sus pobres sociedades, a las que gobiernan sin respeto alguno.
Pero claro, lo mismo no sucede cuando un gobernante de centro o de derecha intenta presentarse a la reelección. Allí sí la campaña demoledora de la progresía caviar arranca por tildar a aquel –presidente en ejercicio– de antidemócrata, elevándolo luego al rango de dictador, pasando por acusarlo de corrupto, manipulador de las instituciones del Estado y por último responsabilizándolo de gestar un fraude electoral. Al final del día, y sin que quepa la menor duda, aquel mandatario de centro o de derecha que siquiera aspire a ser reelegido acabará juzgado en su país y luego condenado a prisión por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, a la par que suspendidos sus derechos ciudadanos –de por vida– para volver a ejercer cargo público alguno. Punto.
¿Acaso no es esto un clamoroso fariseísmo? Claro que sí. Y lo más grave, lo más humillante, es que las dirigencias de los partidos políticos no se atreven a denunciarlo por pánico a acabar enredadas en alguna trampa judicial sembrada por la progresía caviar. Pero, ¿por qué los izquierdistas siempre salen con su gusto, mientras que el resto del espectro ideológico está sometido a la voluntad de la elite de los caviares siniestros? Sencillamente porque desde hace una década el Perú está dominado por la izquierda. Pero no por la zurda política –ese gremio incoherente que ha fracasado de manera estrepitosa ante el país en cuanto proceso electoral se ha presentado–, sino dominado por la izquierda jurídica. Una elite que jamás fue elegida por los peruanos para dirigir –como lo hacen– el destino del país.
Pero, ¿quiénes integran la izquierda jurídica? Pues en primer lugar los zurdos cobardes que no se atreven a vivir la pobreza que critican. Esa gentuza vive como millonaria y protesta como proletaria, ganando mucho dinero a través de alguna oenegé dizque por “trabajar para los desvalidos”. Son los medio pelo, ganapanes y resentidos sociales que a su paso por la universidad leyeron demasiado –sin entender– a Gramsci, della Volpe, Sartre, Engels, Trostky, Mao, etc. Son los guerrilleros revolucionarios de ayer –terroristas vestidos de blazer y jean de hoy–, son los fans de Fidel, los admiradores y colaboradores de Velasco Alvarado, aquel dictadorzuelo a quien la izquierda jurídica aplaudió y sigue aplaudiendo a pesar de que se zurró en la Constitución, apresó y deportó a quienes osaran escribir una línea contra su tiranía, confiscó propiedades, pauperizó al país y acabó sembrándonos el letal estafilococo terrorista. En suma, cuando nos referimos a la izquierda jurídica caviar hablamos de la escoria del país.
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