jueves, 30 de abril de 2009

Tercermundistas

Mientras sigue la incertidumbre en torno a adivinar el tamaño y la duración de la crisis mundial, cada día las compañías –sobre todo las grandes trasnacionales– ajustan costos para encarar el peligro de la indecisión. En el camino, sin embargo, algunas sufrirán cambios cosméticos, otras metamorfosis integrales, incluso tal vez sean absorbidas por terceras empresas, quizá cambien de giro, o en otros casos hasta cierren sus puertas. La gravedad del colapso financiero ha conseguido que el mundo corporativo se autoimponga tal coraza anticrisis que contagia temor y, sobre todo, desconfianza al mercado. Es decir, el mismo mundo empresarial espanta a los 6 mil millones de consumidores terrícolas, creando un ambiente de suspicacia que retrae más y más al comprador. O sea, la perfecta tormenta. Porque el mundo funciona en base a sensaciones y expectativas, y si éstas se tornan negativas se resiente el mercado.

Veamos un ejemplo cercano. Gigantes de las comunicaciones –que ofrecen servicios gratuitos– como Facebook, YouTube, Skype o My Space amenazan con reducir sus actividades en América Latina. ¿La razón? Para mantener su estándar de calidad necesitan invertir demasiados billones de dólares en nuevos servidores para superar la falta de “bandwidth” –banda ancha– en esta zona del planeta. Y sucede que ahora cuidan el centavo. Ya no piensan en grande, en globalizar sus corporaciones a cualquier costo. Hoy todo debe estar financiado. Y les es imposible vender publicidad en volúmenes suficientes para recuperar su inversión en este público, mientras descuidan la clientela norteamericana y europea –que sí capta avisaje– y exige cada vez mayor resolución en pantalla y sobre todo más rapidez de transmisión. Para ello la gente de Latinoamérica, Asia y la India les resulta un lastre porque, según las encuestas, mantiene encendidos casi todo el día sus PC, laptops y teléfonos celulares, recibiendo y enviando a diario cientos de millones de mensajes de texto y videos. Y eso les distrae demasiada capacidad en un mercado no rentable. ¿Resultado? Facebook, Skype, YouTube, MySpace, etc., estarían por establecer un servicio de segundo nivel –lento y de poca resolución– para esta parte del orbe. O sea, volveremos al tercer mundo. 

Esta realidad se multiplica a cada instante en otros sectores de la producción, el comercio y los servicios con consecuencias impredecibles. Aunque lleva implícito un hecho: al final del día los perjudicados seguiremos siendo la países “en desarrollo” o sencillamente pobres. Porque, dejémonos de poses, la pita se rompe por el lado más débil. De modo que –sobre todo para quienes residimos en el hemisferio sur– será mejor prepararse a enfrentar una realidad desagradable: vivir en un subplaneta tras haber saboreado las ventajas del primer mundo. Este será uno de los principales costos de una depresión causada por juveniles, irresponsables gurús de la banca y negocios en los países desarrollados. O sea que los culpables de perjudicar al planeta jamás sufrirán las consecuencias de sus desvaríos.

miércoles, 29 de abril de 2009

La izquierda se autorreelige

Una muestra más del doble estándar de la izquierda lujosa lo refleja su silencio ante la reelección de sus pares, el impresentable Hugo Chávez y el acólito de éste, Rafael Correa. 
A esta dupla socialista y antidemocrática, a estos dos disociadores regionales –ambos empeñados en contagiarle a Latinoamérica su odio social, su inquina al éxito y su afán totalitario, por orden expresa de Fidel Castro, el sumo pontífice de la izquierda sudaca–, pues resulta que la zurda progre los aplaude con gesto hipócrita –al mantenerse callada–, tras haber sido reelectos presidentes, gracias a esos poderes absolutos de los que tanta gala hacen ante sus pobres sociedades, a las que gobiernan sin respeto alguno. 

Pero claro, lo mismo no sucede cuando un gobernante de centro o de derecha intenta presentarse a la reelección. Allí sí la campaña demoledora de la progresía caviar arranca por tildar a aquel –presidente en ejercicio– de antidemócrata, elevándolo luego al rango de dictador, pasando por acusarlo de corrupto, manipulador de las instituciones del Estado y por último responsabilizándolo de gestar un fraude electoral. Al final del día, y sin que quepa la menor duda, aquel mandatario de centro o de derecha que siquiera aspire a ser reelegido acabará juzgado en su país y luego condenado a prisión por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, a la par que suspendidos sus derechos ciudadanos –de por vida– para volver a ejercer cargo público alguno. Punto.

¿Acaso no es esto un clamoroso fariseísmo? Claro que sí. Y lo más grave, lo más humillante, es que las dirigencias de los partidos políticos no se atreven a denunciarlo por pánico a acabar enredadas en alguna trampa judicial sembrada por la progresía caviar. Pero, ¿por qué los izquierdistas siempre salen con su gusto, mientras que el resto del espectro ideológico está sometido a la voluntad de la elite de los caviares siniestros? Sencillamente porque desde hace una década el Perú está dominado por la izquierda. Pero no por la zurda política –ese gremio incoherente que ha fracasado de manera estrepitosa ante el país en cuanto proceso electoral se ha presentado–, sino dominado por la izquierda jurídica. Una elite que jamás fue elegida por los peruanos para dirigir –como lo hacen– el destino del país.

Pero, ¿quiénes integran la izquierda jurídica? Pues en primer lugar los zurdos cobardes que no se atreven a vivir la pobreza que critican. Esa gentuza vive como millonaria y protesta como proletaria, ganando mucho dinero a través de alguna oenegé dizque por “trabajar para los desvalidos”. Son los medio pelo, ganapanes y resentidos sociales que a su paso por la universidad leyeron demasiado –sin entender– a Gramsci, della Volpe, Sartre, Engels, Trostky, Mao, etc. Son los guerrilleros revolucionarios de ayer –terroristas vestidos de blazer y jean de hoy–, son los fans de Fidel, los admiradores y colaboradores de Velasco Alvarado, aquel dictadorzuelo a quien la izquierda jurídica aplaudió y sigue aplaudiendo a pesar de que se zurró en la Constitución, apresó y deportó a quienes osaran escribir una línea contra su tiranía, confiscó propiedades, pauperizó al país y acabó sembrándonos el letal estafilococo terrorista. En suma, cuando nos referimos a la izquierda jurídica caviar hablamos de la escoria del país. 

martes, 28 de abril de 2009

¡A los botes!

Muy peligroso el cargamontón que soterradamente vienen gestando ciertos integrantes del régimen García contra Luis Carranza, el sobrio ministro de Economía y Finanzas. Precisamente cuando los gobiernos del planeta entero llaman a actuar de la manera más consistente, coherente y sobre todo unida –de cara a una crisis internacional jamás vista en las últimas seis décadas, y a la que sobradamente se pueda calificar de depresión–, todo indicaría que, una vez más, las cosas en el Perú se hacen a contrapelo de la realidad y, sobre todo, de espaldas a la lógica.  

Luis Carranza es un estupendo tecnócrata, de aquellos que resulta un verdadero lujo tenerlo dirigiendo las finanzas y la economía de una nación tercermundista. Claro, un lujo para quienes procuran que este país mantenga un crecimiento estable camino al progreso. Lo opuesto a esos populistas que quieren arreglarlo todo repartiendo dinero ajeno: la plata del contribuyente. Que sepan estos irresponsables, solo desde setiembre del año pasado a la fecha el mundo ha perdido alrededor de 8 millones de millones de dólares por la caída de las bolsas y el colapso del sector inmobiliario. Cifra que aún puede crecer, pues la crisis mundial aún no habría tocado fondo. Y claro, a esa miríada de dinero esfumado se debe en gran medida el terremoto que ha sufrido el sistema bancario, contrayendo dramáticamente el volumen de préstamos al sector productivo, y encareciendo el costo del crédito disponible. Ergo el sector empresarial –de afuera y también local– tendrá que adaptarse a una mucho menor escala financiera, eliminando oportunidades de crecimiento y por tanto afectando el nivel de oferta de empleo.

Y es en medio de este panorama desolador que se produce la irracional, peligrosa presión de algunas fuerzas políticas y burocráticas para forzar al ministro Carranza a librar partidas para satisfacer a cada cual. Como si el dinero naciera de los árboles. Si alguien tiene que interpretar el papel de avaro en un país menesteroso como éste es precisamente el ministro de Economía y Finanzas. Porque si algún jefe del MEF le resulta simpático a la clase política, entonces mejor saltemos a los botes salvavidas. Porque automáticamente se evaporará el escaso dinero que existe –entre reservas del BCR y saldos presupuestales– producto del ahorro acumulado a lo largo de los últimos 15 años –algo que nunca antes pudo lograr el Perú– gracias a la perseverancia, sacrificio y disciplina de los 28 millones de peruanos. 

Sin embargo, como si la presión política y burocrática para debilitar al ministro Luis Carranza fuese insuficiente, el terrorismo se suma a la campaña anti Perú. Porque resulta que estos malnacidos pretenden llevarse el dinero con que cuenta el Fisco para construir escuelas y hospitales, o mejorarle el sueldo a médicos y profesores. ¿Cómo? A través de sus abogados –las oenegés de la elite caviar peruana–, estos genocidas vienen consiguiendo sendos fallos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que obligan al Estado a indemnizarlos con cifras millonarias. ¿Qué le parece, amable lector?

lunes, 27 de abril de 2009

¿Una tercera derrota?

Gran parte de nuestras desgracias como nación nacen de la pobre calidad de nuestros gobernantes, la extrema delicadeza de nuestra diplomacia y la desunión de una sociedad jaloneada por políticos irresponsables, envidiosos y corruptos que prefirieron siempre velar por su interés, por sus ansias de poder, antes que pensar en el país. Son tres componentes que, sumados, constituyen la fórmula ideal del fracaso. 
Y el Perú ha vivido casi todos sus 188 años como Estado bajo el sino de esas lacras. La derrota tras la Guerra del Pacífico no fue una excepción. Como tampoco lo fue la vergüenza de perder posteriormente Arica. Permitimos que Chile diera largas durante años a la realización del Plebiscito pactado, período que aprovecharon los chilenos no solo para concientizar a la población peruana que residía allí sino para crear grupos paramilitares que la aterrorizaran, logrando que muchos huyeran para eliminar votos nuestros. Leamos lo que dice el Tratado de Ancón firmado el 20 de octubre de 1883: 

“El territorio de las provincias de Tacna y Arica, que limitan por el norte con el río Sama, desde su nacimiento en las cordilleras limítrofes con Bolivia hasta su desembocadura en el mar; por el sur, con la quebrada y río Camarones; por el oriente, con la república de Bolivia; y por el poniente con el mar Pacífico, continuará poseído por Chile y sujeto a la legislación y autoridades chilenas durante el término de diez años, contado desde que se ratifique el presente tratado de paz. Expirando este plazo, un plebiscito decidirá, con votación popular. Si el territorio de las provincias referidas queda definitivamente en dominio y soberanía de Chile, o si continúa siendo parte del territorio peruano. Aquel de los dos países a cuyo favor queden anexadas las provincias de Tacna y Arica, pagará al otro diez millones de pesos moneda chilena de plata o soles peruanos de igual ley y eso de aquella”.

Pues bien, gracias a la monumental estupidez de nuestros gobernantes, a la fenomenal pendencia de la casta política y a la apabullante impericia de nuestra diplomacia, sencillamente nunca, jamás se realizó aquel Plebiscito. Y así perdimos Arica. Hay quienes justifican el hecho por la “delicada” situación de esos años, o lo que fuere. Pero al final del día, volvimos a perder una guerra. Esa segunda vez en la mesa de negociaciones. Y no vaya a ser que, empujados por las mismas condiciones de torpeza gubernamental, refinamiento diplomático y afán de poder (¿o es con “j”?) de los políticos, perdamos una tercera guerra, una que nos obligaría a desprendamos de 50 mil kilómetros cuadrados de riquísimo mar. Porque si bien desde 1990 hasta hoy el Perú sigue recortando la distancia, económica y emotiva, que nos separaba de Chile –en función a alejarnos de las políticas socialistoides que busca reimponer la progresía caviar–, sin embargo las elecciones del 2011 pueden cambiar el panorama en 180 grados. Y cuidado que en ese instante estará ya en etapa de definición la demanda ante La Haya. Por ello, dada la trayectoria de nuestra patria, no sería extraño que a raíz de una mala elección vuelva la sombra fatal y nos induzca a perder una tercera guerra.

domingo, 26 de abril de 2009

La siguiente víctima

El presidente Alan García está en la mira de la progresía nacional. En la mira, claro, de los comisionados de la verdad que quieren acusarlo de idénticos crímenes que aquellos por los que ha sido condenado el ex mandatario Alberto Fujimori. En la mira, desde luego, de las oenegés que insisten en sindicar a Alan García de genocida por el caso El Frontón, por ejemplo, junto con el vicepresidente, almirante Luis Giampietri. En la mira, evidentemente, de toda la izquierda caviar que aspira a acabar con el Apra como medio para llegar al poder. La demanda ante los tribunales contra Alan García –de seguro ya existe hasta la sentencia debidamente redactada por la judicatura zurda– no se producirá, es cierto, durante la vigencia de éste su segundo mandato. Sin embargo, si de algo podemos estar seguros es de que el acoso de la izquierda judicial contra el presidente García ya empezó –la actitud de una iracunda fiscal que pretendió visitar esta semana El Frontón así lo confirma–, e irá tomando cuerpo conforme se acerquen las elecciones del 2011. 

Alan García es entonces la siguiente víctima de la elite políticamente correcta, cenáculo de la zurda jurídica. Fujimori ya fue condenado por una sala de la Corte Suprema, y lo más probable es que –de aquí a seis u ocho meses– la nueva sala haga lo mismo. De manera que el episodio Fujimori ya acabó para los progre, tan hambrientos de aquel circo jurídico que programan en torno a sus propios códigos jurídicos internacionales. Es decir, en torno a un Derecho Internacional que, como señalamos ayer, es cuestionado por juristas de la talla de un famoso profesor de Derecho de la Universidad de Harvard como es Alan Dershowitz, quien describe al Derecho Penal Internacional de hoy –piedra angular de la izquierda jurídica que domina al Perú– en términos como: “Inmoral, anacrónico. Un terrible fracaso. La justicia de los vencedores. Es claramente una extensión de la política. Se ha convertido en un obstáculo para la lucha contra el terrorismo. Da una enorme ventaja a los terroristas en su lucha contra las democracias.” 

Si García pretende hacer lo mismo que hizo Jorge de Castillo –cobijar y promover a la cofradía caviar, pretendiendo con ello conseguir su bendición y evitar sus iras vengativas– va a acabar idéntico que el ex premier; es decir, vapuleado y vituperado por la progresía caviar por tradición artera. Lo que necesita hacer el jefe de Estado es más bien alertar a todas las esferas de su gobierno para que trabajen de manera coherente, como frente único, en procura de principios pétreos como la defensa del Estado, el orden interno y, al final del día, en resguardo de la sociedad entera, hoy como ayer amenazada por el mismo terrorismo que combatieran los regímenes de Belaunde, el aprista (Fase I) y el fujimorista, que fue el que le asestó el puntillazo final a Sendero Luminoso y al Mrta. Todo lo demás –es decir, intentar actuar según los cánones políticamente correctos inventados por los caviares– será usado en contra de Alan García y de su régimen entero.

viernes, 24 de abril de 2009

¿Qué piensa Barack Obama?

¿Qué está pasando por la mente del presidente norteamericano Barack Obama, en relación a Latinoamérica? Misterio chino. Hace poco el jefe de la Casa Blanca hizo su primera visita a Méjico, país al que EE UU ha catalogado de peligrosísimo –a nivel de Pakistán, según informó la cadena CNN– por la brutal guerra que se ha desatado entre mafias de narcos. 
Luego Obama se dirigió a la caribeña isla Trinidad Tobago para acudir a una llamada “cumbre” con sus pares latinos. Los únicos que no asistieron fueron Evo Morales y el tirano Raúl Castro. El primero porque exige que Obama le ofrezca disculpas públicas por el retiro de su embajador ¿?. El otro por cálculo político.

A propósito de estas famosas “cumbres” regionales, la verdad es que son un bodrio. Jamás concretan acuerdo alguno. Todo se resume a frases rimbombantes que conducen absolutamente a nada. En lo único en que todos se ponen de acuerdo es en la hora de acabar las sesiones para almorzar o tomarse el coctelito de rigor y, eso sí, en la fecha de la siguiente “cumbre”. Ni siquiera en el país donde se realizará. Porque las pendencias, engreimientos y malacrianzas de algunos mandatarios hacen que estas citas sean tensas, desagradables. Por eso esta vez ningún país quiso hacer de anfitrión. A último minuto Trinidad Tobago salvó la cosa. Recuerden nomás el famoso “¡¿Por qué no te callas?!” que le espetó el Rey Juan Carlos de España al impresentable Chávez. 

Ahora, volviendo a la pregunta, ¿qué pasa por la mente de Obama respecto a América Latina? La verdad es que lo único que deja traslucir el hombre de Washington son gestos desconcertantes. Para empezar, antes de volar a Méjico relajó el embargo a Cuba. A manera de respuesta –¿conversada?– el tirano Castro II le hizo saber que está dispuesto a hablar “de todo, de derechos humanos, de libertad de prensa, etc.” Claro, hablar no quiere decir cambiar, por más que al final de su lisonja el cubano soltara un “podríamos estar equivocados”, sin aclarar a qué se refería. Pero hay más. Obama conversó –amablemente– con el impresentable Chávez, no obstante los terribles insultos que éste profiriera contra el ex presidente Bush, quien en ese momento encarnaba a la nación norteamericana.

El mensaje ambiguo de Barack Obama no ayudará pues a erradicar la criminal dictadura de la zaga Castro Ruz que, aunque por el momento no siga asesinando en el “paredón”, sí mantiene a centenares de presos políticos, prohíbe la libertad de opinión, proscribe los partidos políticos, rechaza las elecciones libres, etc. Y ese confuso mensaje obamiano tampoco evitará que se consoliden nuevas tiranías socialistas en la región, como pretende imponer el impresentable Chávez con sus secuaces Morales, Correa, Ortega, Lugo, etc. De manera que a hablar claro, señor Obama. Pero sobre todo sea usted consecuente con el mensaje de auténtica Democracia que pregona su nación. 

jueves, 23 de abril de 2009

Tremenda lección

Qué duda cabe. En el mundo contemporáneo el listo vive del tonto y el tonto de su trabajo. Claro, siendo los listos los políticamente correctos y los tontos todos los demás. Quien opina por estas épocas contra principios vertebrales como la defensa del Estado, el terrorismo, el matrimonio entre parejas de un mismo sexo, los hijos de éstas parejas, etc., está más perdido que Adán en el Día de la Madre. Acabamos de comprobarlo con espanto en un caso trivial donde, por el solo hecho de haber opinado a favor del matrimonio entre mujer y hombre –sin haberse pronunciado en contra de la boda entre personas del mismo sexo–, terminó perdiendo el cetro la candidata con mayor probabilidad de ganar el concurso Miss EE UU. Frivolidad de ejemplo que, sin embargo, pone de manifiesto que el derecho de opinión pasa a segundo plano cuando de hablar sobre homosexuales se trata. De otro lado, una defensa del Estado políticamente bien concebida –ante el acecho de Sendero Luminoso, por ejemplo– significa primero que nada proteger los derechos humanos de los terroristas. Así, los soldados acabarán en tribunales locales y foráneos sentenciados por violar dd hh de los enemigos del Estado, mientras que por decisión de esos mismos tribunales los terroristas quedarán exonerados de todos sus crímenes cometidos contra la sociedad. 

Pero, ¿es la línea correcta? No. Solo hemos pasado de un extremo al otro, de una intolerancia a otra, de un apasionamiento a otro. Y a propósito de los dos ejemplos de intemperancia que acabamos de reseñar –uno sobre libertad de opinión y el segundo respecto a la defensa del Estado (la democracia)–, Alan Dershowitz, 71 años, brillante abogado de origen judío, profesor de Derecho Penal en Harvard, y a quien la revista Newsweek describe como “el defensor más importante de los derechos civiles”, responde así en una extensa entrevista concedida al diario El Mundo de España:

A la pregunta: Usted se define como “civil libertarian”. ¿Qué significa?: “No es una adscripción ideológica. Significa creer en la libertad de expresión de todo el mundo. Libertades civiles significa normas neutrales para todos, imparcialidad, transparencia.” 

A la pregunta: ¿Cómo ve la evolución del Derecho Internacional?: “Muy negativamente. Ha sido un terrible fracaso. Peor que nada. El Derecho Internacional ha sido inmoral, anacrónico. Hoy por hoy el Derecho Internacional es la justicia de los vencedores. El Derecho Penal Internacional es, claramente, una extensión de la política, y se ha convertido en un obstáculo para la lucha contra el terrorismo por su anacronismo, pues refleja el mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando las democracias se enfrentaban al ejército nazi. Las normas en vigor no tienen sentido, pues dan una enorme ventaja a los terroristas en su lucha contra las democracias.”Tremenda lección para la progresía que insiste en imponernos teorías fracasadas.

miércoles, 22 de abril de 2009

Menos alharaca, más sabiduría

Cuánta idiotez escuchamos hablar a diario en torno a conceptos como el pueblo, los derechos humanos, la ética pública, la democracia, la nación, los pobres, etc. Políticos, intelectuales –y la propia prensa– se inflaman al cebarse con ello. 
No hay forma de contener su necedad cuando construyen alguna idea grandilocuente –aunque siempre cargada de sobredosis populista– alrededor de esos términos abstractos, quiméricos y, en consecuencia, ideales para ser manipulados por tanto demagogo que respira tranquilo, come bien y se divierte mejor en este curioso país, gracias a que sabe explotar el discurso politiquero que vende imagen, consolida poder y genera ingresos. El problema es que ese discurso enerva la marcha de los gobiernos, ergo frena al país.

El establishment peruano no aprende. Vive una utopía europeísta, basada en el calco de lo extranjero, jamás esforzándose por crear algo propio, afín a la idiosincrasia nacional, relacionado a una genética complicada como la peruana, cargada de taras, recelos, complejos; llena de gente que vive del recuerdo, de evocar triunfos, lamentar el presente o maldecir su futuro. Pero también hablamos de un establishment lleno de politicastros, entronizados en el Estado para lucrar. No solo ganando sueldos burocráticos sino, peor aún, sacándole la vuelta al Fisco con jugosos contratos de “asesoría” por parte de los llamados Organismos No Gubernamentales, las inefables oenegés, que se llevan cientos de millones de soles cada año –sin rendir cuenta al Estado–, para que dirigentes vivan como millonarios y protesten como proletarios. Tenemos pues a la clase dirigente equivocada. Y de allí parten todos los problemas. Nuestros atávicos problemas. 

Sin duda una crítica como ésta equivale sencillamente a arar en el desierto. Esto no va a evitar que los politicastros sigan haciendo de las suyas, tampoco va a impedir que sigamos escuchando tontería y media en nombre de la pobreza, las violaciones de dd dd, el futuro de la nación, el pueblo, etc. Sin embargo por fortuna hay un segmento pensante de la sociedad cada vez mayor. Y es a él al que van dirigidas estas ideas. Nos referimos a esa gente proactiva que sabe de la doble moral del establishment, y que está cansada de ver que el país pierda oportunidades de progreso porque quienes se han apropiado del poder –no las autoridades electas sino la izquierda jurídica, por ejemplo, que maneja amplios sectores del Estado sencillamente con su discurso moralino–, hacen lo indecible por pregonar la Igualdad como fundamento, pero claro, la igualdad hacia abajo. Es decir, castigar el éxito. El clásico mensaje de nuestra inepta, resentida dirigencia nacional.

Winston Churchill solía decir: “La sana política consiste en la autoridad que llama a la competencia”. Se refería a que toda autoridad lógica –antítesis del establishment peruano– no puede conocerlo todo. Por ello el estadista recurre a los capaces para que se encarguen de la peculiaridad para que se les contrate. La sabiduría estriba en escoger al especialista. Qué distinto sería el Perú si se actuara de esa manera. Y no escuchando las sandeces que a diario espeta un establishment putrefacto que frena lo positivo y aplaude lo nefasto.

martes, 21 de abril de 2009

Héroes muy jóvenes

Sobrecoge comprobar que jóvenes soldados se desplazan en vetustos helicópteros para llegar a la zona del VRAE, allí donde campea el terrorismo gracias a la inacción del toledato y el paniaguato. Permanecerán allí semanas. Vivirán en condiciones atroces. Soportarán el ataque de un Sendero Luminoso aliado con la cocaína. Pero da gusto verlos orgullosos, montados en esos arcaicos aparatos voladores como si se tratara de la última palabra en transporte aerotransportado, no obstante que hablamos de máquinas desechadas por los países del primer mundo. Sin duda es la realidad del inocente.

Pero recordemos que esos soldados –hasta hace poco quinceañeros que hoy ya ponen el pecho para defendernos del senderismo que pugna por recuperar espacio– no suelen viajar precisamente en helicópteros. Se desplazan en ligeras, trajinadas camionetas por trochas casi intransitables y zonas de altísimo peligro, dándole la oportunidad a Sendero de emboscarlos y acribillarlos, tanto por las condiciones del terreno como la fragilidad de los vehículos que utilizan. Pero, ¿por qué no usan helicópteros? Porque a la Fuerza Armada le resulta imposible movilizar las escasas naves estratégicas que aún le quedan, por más vetustas, ruidosas y peligrosas que sean. Por ello emociona ver que, aún así, nuestros heroicos soldados viajen optimistas, a sabiendas de que esos vuelos infernales quizá los lleven al fin de sus días. 

Y esos juveniles uniformados van nada menos que a enfrentar a un enemigo asesino, feroz, artero, que no luce uniforme ni se identifica al momento de disparar su AKM. Un enemigo hipócrita, capaz de cometer los peores crímenes de lesa humanidad contra la sociedad democrática, para luego valerse de la progresía caviar de esa sociedad “demócrata” para exigir clemencia y excarcelación tan solo con el propósito de retomar su ataque contra la sociedad. Porque el terrorista –como el zurdo– jamás se regenera. 

Es en medio de este escenario doblemente incierto que nuestros soldados –hasta ayer nomás escolares– van al campo de batalla. Saben que el enemigo es implacable. Pero saben asimismo que hay peruanos felones, comodones, citadinos, que están al acecho para denunciarlos por violar los derechos humanos de aquel enemigo contra quien lucharán a nombre de la nación. Y son testigos de que los traidores no les reconocen dd hh a los militares. La ironía se da entonces porque nuestros soldados combaten por una sociedad dirigida por tartufos, por gente medrosa que ante el pánico exige que la FF AA la defienda del horror de Sendero. Aunque llegado el momento, cual escorpión, serán los tartufos –los políticamente correctos– quienes traicionen a los héroes. Es decir, nuestros militares no solo viajan preocupados por lo que les espera en el inhóspito VRAE –la emboscada del terrorismo más sanguinario–, sino que lo hacen aterrorizados porque son conscientes de que una elite cainita los tiene en la mira para condenarlos –aplicando su sesgada justicia– por violar los derechos humanos de un Sendero Luminoso al que fueron a combatir para defender a toda la ciudadanía, incluidos los cobardes tartufos.

lunes, 20 de abril de 2009

Cómplices de Sendero

En lo que va de los últimos doce meses, ya son cerca de 50 los soldados peruanos asesinados, masacrados por Sendero Luminoso –así, en minúscula, como tratamos a esa miasma genocida en esta columna–. Por supuesto no hay un solo pronunciamiento de protesta de las oenegés derechohumanistas, ni de los comisionados de la verdad, ni de la Defensora del Pueblo ni tampoco de los flamantes miembros del comité pro museo anti Estado peruano. 
El mensaje de estos cenáculos progresistas se interpreta como que los defensores de la sociedad no tienen derechos humanos. Solo lo tienen los senderistas y emerretistas, esos pobres luchadores sociales que, CVR dixit, apenas generaron un conflicto interno, y a quienes draconianamente persiguen los uniformados del Estado ogro bajo el pretexto de proveerle seguridad a 28 millones de pitucos.

Pero hay más. Cada vez que se produce un atentado terrorista la elite caviar sale de sus palacetes a criticar al gobierno o a la Comandancia General del Ejército. Le enrostra que las muertes de los militares es producto de su ineptitud. Alega hechos alucinantes, como reprochar que los soldados se trasladen en camión en vez de hacerlo en helicóptero. ¿Pero qué sugiere con esa crítica la progresía? ¿Que nuestro Ejercito usa adrede la vía terrestre para buscar la muerte de sus hombres? ¿Qué creen los progre? ¿Que somos EE UU o Suiza, es decir que nuestras FF AA tienen dinero para transportar a su gente en helicópteros? ¿Acaso no saben estos políticamente correctos que, por su culpa, desde hace una década nuestras instituciones castrenses reciben presupuestos de hambre, precisamente debido a su sistemática, ponzoñosa campaña de desprestigio hacia todo lo que es Fuerza Armada, lo que implica que la sociedad esté indefensa ante el terror? 

Sin embargo las cosas no quedan allí. La muerte de nuestros soldados no solo pasa desapercibida para la dinastía caviar sino que, peor aún, las organizaciones de base de nuestra izquierda de lujo –las oenegés políticas– se dedican en forma artera a entorpecer la labor de contención –no de erradicación– del terrorismo a cargo de las Fuerzas Armadas, actuando abiertamente de cómplices de Sendero Luminoso.  

De otro modo no se explica que –solo en los últimos meses– 204 oficiales y soldados del Ejército hayan sido denunciados por oenegés, acusados de violar derechos humanos de los senderistas a quienes repelen. Y cuidado que tras haber sido denunciados esos militares dejaron de combatir. Es decir, la estrategia de las oenegés le da ventaja al senderismo, pues los soldados permanecen retenidos en comisarías, fiscalías y juzgados defendiéndose de denuncias políticas y traicioneras. A ver, señor presidente del Poder Judicial y señora Fiscal, ¿cómo califican al delito cometido por aquellos que impiden al Estado defenderse del ataque terrorista desatado tras la reagrupación de Sendero? Por último, no olvidemos que dicha reactivación se ha dado merced a la defensa legal que brindó y sigue brindando a Sendero el clan de oenegés derechohumanistas, a sabiendas incluso de que el resurgimiento venía de la mano de un financiamiento cocainómano. Es evidente la complicidad de esas oenegés con el terrorismo. Hay plata de por medio.

domingo, 19 de abril de 2009

¡Qué tal ironía!

Qué extraordinario escuchar al políticamente correcto –aunque censurado por el Congreso– ex ministro del Interior, Fernando Rospigliosi, criticando al gobierno “por hacer mal las cosas en el Vrae”. Según este portavoz de la progresía –formado en las canteras más rojas del izquierdismo–, no existe política antiterrorista. Pero, hombre, si él formó parte del toledato, régimen que no tuvo estrategia alguna contra Sendero Luminoso y que, además, hizo absolutamente nada para que el terrorismo –ya entonces aliado con los capos de la droga para financiarse con narcodólares– convirtiera al Vrae en territorio liberado. Es más, durante la gestión de la chakana quedó en claro la complicidad de otro toledista en el tráfico de kerosene, insumo clave para elaborar cocaína a base de la hoja de coca, la fuente de financiación de Sendero Luminoso.  

Sin embargo allí no acaba la responsabilidad del toledismo respecto al resurgimiento de Sendero Luminoso con dinero cocainómano y, en particular, la responsabilidad de este personaje. Resulta que, aparte de censurado ex ministro, Rospigliosi fue nada menos que cabeza, jefe, creador, padre de esa estupidez que tuvo el empacho de llamar central nacional de inteligencia, antro que diseñó ese personaje para reemplazar al abusado –aunque profesional– SIN, volado en pedazos por el gobierno al que prestó sus servicios.

En otras palabras, el terrorismo se reagrupó gracias a la torpeza de gente como Rospigliosi, no solo dos veces ministro y jefe de inteligencia sino, sobre todo, consejero personalísimo de un presidente como Alejandro Toledo. Recordemos que fue él quien destruyó el aparato estatal conformado para defender a la sociedad del terrorismo. Y fue más allá. Humilló, empobreció y castigó a las FF AA, confundido en aquel típico laberinto del político improvisado que lo llevó a desvariar, creyendo que al liquidar a los militares acabaría para siempre con el recuerdo del régimen fujimorista en el imaginario popular. Mató pues al cartero, porque las evidencias son ahora contrarias.

Y claro, el toledato cometió el yerro histórico, imperdonable de no solo maltratar a las FF AA sino que en su delirio –inexperto en la cosa pública– arrasó también con los servicios de inteligencia, alucinando que así daría un mensaje positivo a la opinión pública, a la que quiso convencer de que el SIN era autor de todos los males del país. Como suele suceder con quienes se sientan en palacio sin talla de estadista -y, peor aún, asesorados por personas sin escrúpulo aunque con tendencia ideológica que en el fondo coinciden con las proclamas de Sendero Luminoso, por ejemplo en eso de “defender a los pobres del abuso de los gobiernos de los ricos”– esa gente, repetimos, acaba siempre arruinando las bases mismas de la sociedad. Sin duda la frivolidad toledana dejó al país a ciegas para encarar a las huestes de Sendero recompuestas gracias a esos mil terroristas liberados por comisiones blandengues influenciadas por la CVR. Y todo ello tras habernos dejado sin servicios de inteligencia, sin capacidad de acción de las FF AA, y encima avalando –acá y afuera– denuncias perversas de las organizaciones de dd hh contra el Estado peruano. 

sábado, 18 de abril de 2009

Lo que se viene

El mundo post crisis, post recesión, post depresión –o como quiera llamársele– será diferente al que hemos estado acostumbrados. Sin duda, como suele suceder con las depresiones, los pobres serán quienes financien parte del velorio. No obstante esta vez los segmentos A y B sufrirán sustanciales, quizá irreparables perjuicios. No solo económico, sino que perderán parte de su cuota de poder en vista de que el sector privilegiado –en el cual se desenvuelven– va a atestiguar una transformación socio-económica sin precedentes. Lo más probable es que desaparezcan para siempre esas proyecciones de crecimiento indiscriminado y riquezas glamorosas que promovían los gurús de la economía y las finanzas. Presupuestos que en rigor fueron inflados artificialmente por la voracidad de quienes gestionaban los mega negocios, gente dispuesta solo a recibir ingresos de siete u ocho cifras, a contar con indiscriminados gastos de representación, a viajar en aviones privados, a vivir en flats o residencias de decenas de millones de dólares, etc. Todo ello pagado en forma compartida por el Fisco, los accionistas y los consumidores. Ellos –los geniecillos– “producían riqueza” a cambio de sueldos y bonos millonarios. Una riqueza que al final del ciclo especulativo acabó convertida sencillamente en gas, en desilusión.  

Dicho sea de paso, aquellos geniecillos –mucho ecónomo, administrador de negocios o financista que, en complicidad con una elite de científicos y abogados, ideó instrumentos de transacción lo suficientemente sofisticados y enrevesados como para que el mercado los tomara como la panacea, pero que, al final del día, acabaron siendo papeles envilecidos, entre otras razones, precisamente porque su complejidad los indujo a especulaciones infinitas–, esos genios, repetimos, acabaron siendo artífices del colapso de sectores tradicionalmente poderosos como la banca y los seguros, colapso que a su vez produjo una catarata de pérdidas patrimoniales que acabó globalizando la crisis. 

Pues resulta que aquel supuesto engranaje de desarrollo –como la entendía el mundo hasta octubre de 2008–, durante las últimas décadas fue un paradigma para todas las generaciones de economistas, financieros y administradores que hasta ayer nomás movían –sin control– el planeta. Sin embargo esta crisis va a cambiar la perspectiva de las siguientes generaciones. Lo más probable es que, de acá a cuatro años, antes que maestrías y doctorados en negocios, finanzas, economía, banca, etc., la mayoría de futuros universitarios se especialice en gestión pública, educación o ciencia. 

Preparémonos entonces para presenciar, a mediano plazo, una gigantesca metamorfosis. Históricamente, los grandes cambios en el flujo del talento del hombre –generados siempre por alguna crisis– han sido el motor del desarrollo mundial. Y sin duda la actual depresión internacional –de enormes proporciones– hará que en los siguientes años la Tierra compruebe el surgimiento de extraordinarias, impensadas genialidades. 

viernes, 17 de abril de 2009

El dominio del hecho

En el asunto Fujimori, resulta políticamente correcto pontificar sobre la imprecisa teoría del dominio del hecho. El razonamiento de la izquierda jurídica es que el control total del aparato estatal dependía de Fujimori. Es decir que si algún funcionario estatal sufría un ataque de esquizofrenia y quemaba expedientes, o si algún oficial de la Policía o de las FF AA se pegaba una borrachera y disparaba a matar, Fujimori era el responsable. Pero como señala con propiedad Javier Valle Riestra, la teoría del dominio del hecho se aplica cuando existe una doctrina de Estado o una organización formada para realizar determinados actos delictivos, cosa que, según el jurista, no existió. Y hay que agregar que la teoría de marras está construida para Estados cuya organización funcione como relojito suizo. Es decir, no es dable comparar el entorno en que se desempeñó Francisco Franco, por ejemplo –con una burocracia, policía y fuerzas armadas superiormente cultas a la nuestra–, con aquel donde se movió la dictadura fujimorista. Es más, el Perú de entonces se encontraba camino al colapso: con una hiperinflación que aniquiló la economía y un terrorismo asentado no solo al interior sino ya con múltiples “taratas” en Lima. Tomemos el ejemplo de La Cantuta. Todo indicaría que los militares que irrumpieron en aquella universidad –golpeando sin miramiento a estudiantes en ese instante desarmados, al extremo que decidieron darles muerte presumiblemente para no ser acusados de tortura– lo hicieron bajo los efectos del alcohol. Es decir, estuvieron lo suficientemente ebrios como para cometer tal atrocidad sin orden expresa superior.  

El Estado peruano está compuesto pues por mucho burócrata que arrastra vicios y taras fruto de nuestra infame cultura pública. Peor aún, muchos forman parte del alto índice de delincuencia y corrupción que hay a nivel nacional. Montesinos es el paradigma. Sin embargo, esa gente al final del día es capaz de generarle una crisis al gobierno por el poder que acumula vía extorsión o lo que fuere. El reciente caso Quimper-León Alegría resulta ilustrativo. En esa hipótesis, ¿acaso Fujimori lo controló todo y a todos? ¿Supo, por ejemplo, lo que hacía Augusto Álvarez Rodrich como diligente servidor suyo en Osiptel, Proinversión e Indecopi? Si la respuesta es no, sería indebido aplicarle la teoría del dominio del hecho. Para ello habría necesitado tener control directo sobre todos los actos de sus dependientes. Por eso, repetimos, no es dable comparar la calidad de un Estado ni de un burócrata promedio europeo o norteamericano con sus pares peruanos, ni tampoco equiparar a un policía o a un militar inglés o austriaco con un peruano. 

Ergo, aplicar la alambicada teoría del dominio del hecho en países como éste, exige cuando menos considerar ciertos atenuantes. Y ello no se ha dado en el fallo Fujimori. Pero claro, la izquierda jurídica –que entre tantos otros asuntos monopoliza los derechos humanos– jamás permitirá algo así. Ahora bien, esa izquierda jurídica –siempre tan elegante, apegada a ley, y estricta con las normas internacionales, según pontifica– ¿por qué demonios no ha aplicado la teoría del dominio del hecho para llevar a la Corte Internacional al genocida-dictador Fidel Castro? ¡Porque es zurdo! Un redomado comunista como toda la izquierda jurídica. Y gallinazo no come gallinazo. Punto.

jueves, 16 de abril de 2009

¿Qué hace el ministro Brack?

Más que una estupidez –y sobre todo por encima de un crimen ecológico que enferma seriamente la salud de todos los peruanos–, la terca insistencia de ciertos funcionarios y politicastros por impulsar una nueva norma que extienda el permiso de importar vehículos usados, resulta siendo una clarísima muestra de corrupción en el Estado, con el agravante que las consecuencias de tamaña venalidad son nefastas para la calidad de vida de los peruanos. ¿Para qué se creó entonces el Ministerio del Ambiente? O en todo caso, ¿por que el presidente Alan García designó a un reputado experto en ecología como Antonio Brack, ministro del Ambiente? ¿Acaso para que las cosas sigan igual que antes? O ¿para que el país continúe siendo un antro impune de toxicidad? O, ¿para que los grandes intereses sigan saliendo con la suya, a costa de reventarle la existencia a los ciudadanos? O, ¿para que sigamos siendo un banana country donde nadie respeta a la ley ni a la autoridad? O, ¿acaso para que las normas ambientalistas mundiales sean letra muerta en este país? ¿Para eso existe el ministerio del Ambiente? ¿Para eso asiste al Consejo de Ministros el señor Antonio Brack? Pensamos que no. Queremos creer que no es así.

Sin embargo no se escucha la voz de Brack en torno a este fétido asunto de seguir permitiendo importar autos usados, esas máquinas venenosas, en extremo dañinas para la gente, los animales, las plantas, etc., pero que sin embargo su ingreso al país reditúa pingües ganancias a los importadores y, cómo no, a aquellos politicastros que apoyan leyes negras que permiten tamaño crimen.

¿No se dan cuenta acaso los congresistas que si admiten siquiera a debate esa temeridad, más adelante van a ser ellos responsables de las enfermedades y la muerte de miles de peruanos? Ojalá que a futuro –cuando las estadísticas demuestren el porcentaje de personas crónicamente afectadas de males pulmonares o respiratorios en general, así como la proporción de víctimas fallecidas por cáncer pulmonar producto de respirar el anhídrido carbónico que despide la parafernalia de autos usados– la Justicia permita que los enfermos y los deudos demanden a los auténticos responsables de su padecimiento: los congresistas que votaron a favor de la importación de esas máquinas mortíferas. 

Y aquí no cabe esa redomada estupidez de los politicastros de argumentar que los pobres se benefician con la importación de unidades usadas porque no tienen cómo adquirir nuevas. Entonces que esa gente trabaje en otra cosa, pero un estadista no puede ni debe admitir que, al amparo de la pobreza de algunos, se siga asesinando a miles de inocentes. Ministro Brack, salga usted a defender lo suyo, lo que tan bien explicaba y por lo que tanto luchaba mientras estuvo en el llano, afuera de las esferas del poder. No se anquilose. Urge escuchar su voz de repulsa a esta corruptela. Y señor presidente Alan García, ponga orden en la sala. Haga que sus congresistas voten en contra del proyecto de marras. Por algo fue usted el creador del Ministerio del Ambiente. ¿No?

miércoles, 15 de abril de 2009

El doble estándar de Merino

La defensora del Pueblo, Beatriz Merino Lucero, es el paradigma de la estirpe progre-caviar. Tiene doble rasero (cuidado que va sin “t”) y mide las cosas según la óptica que más le convenga al momento. Convencida de que su rol en esta vida es figurar, la ex premier toledana llega al extremo de caer en el ridículo con tal de ocupar portadas y pantallas. 
Acaba de repetirlo con estas declaraciones: “Como defensora del Pueblo no acepto con resignación que siga pasando el tiempo y cada año sigan muriendo miles de personas… Es un deber moral que la ciudad y sus habitantes recuperen la seguridad y que esta sea una realidad tangible… Aquí no estamos hablando de un diagnóstico a ciegas… De lo que se trata es de tener una mirada clara de lo que está pasando… Lo que sucede es que, al parecer, hay una especie de repliegue estatal…” 

Pues bien, cuando imaginábamos que, por fin, Merino Lucero había dejado de lado su corsé progre para sacar cara por los 50 militares asesinados por Sendero Luminoso sólo durante los últimos meses, nos dimos cuenta que ello no era así. Merino Lucero se refería sola, única, exclusivamente a los fallecidos en el accidente carretero ocurrido la noche del lunes. Es más, Merino Lucero se ocupó del tema vial en términos alucinantes, al señalar que en los cinco últimos años han muerto en el país 15 mil personas como resultado de accidentes de tránsito y que, como consecuencia de ello, Merino había arribado a una impactante –sesgada– y, por supuesto, políticamente correcta conclusión: “Estas cifras son equivalentes al costo de vidas humanas producidas en quince años de violencia terrorista”. Por desgracia se le salió la palabreja “terrorismo”, faux pas que le costará sendos azotes de su progresía, tan fanática al hablar solo de “conflicto social”. 

Pero, ¿acaso Merino Lucero tiene entre sus “deberes morales” el que los habitantes de nuestras ciudades “recuperen la seguridad y que ésta sea una realidad tangible” en torno al acecho senderista que asesina con impunidad a nuestros soldados –como sí lo señala con precisión y energía en el caso de los accidentes de tránsito–? Todo indica que no, ya que a contrapelo de su rasgada de vestidura por los accidentes de tránsito, Merino Lucero muestra resignación cuando sigue pasando el tiempo y cada año continúan muriendo más militares dinamitados por Sendero Luminoso, sin que Merino Lucero ni siquiera los honre asistiendo a sus sepelios o visitándoles en sus camas de hospitales.

En todo caso, al referirse Merino Lucero ayer a que “…al parecer, hay una especie de repliegue estatal…”, lo que estaba recordando más bien eran sus años al frente del premierato toledista. Porque sin la menor duda su gobierno sí se replegó por completo frente al terrorismo. ¿O acaso el toledato movió un dedo? No. Permitió que el VRAE se convirtiera en territorio liberado de esas huestes incipientemente reagrupadas de Sendero Luminoso que aprovecharon para tomar como espacio propio la vertiente de los ríos Ene y Apurímac. Merino Lucero olvidó su techo de vidrio y la viga fundida en su ojo.

martes, 14 de abril de 2009

La democracia indefensa

No hay derecho que gente que se autotitula demócrata siga el camino de la misma escoria que insiste en llevarnos al despeñadero terrorista. Y lo hacen por el prurito de quedar bien con una izquierda extremadamente mediática, financieramente poderosa y singularmente conectada a nivel internacional. 

En otras palabras, solo el glamour del poder impulsa a esa gente –sin conciencia propia– a apoyar la campaña encubierta de la izquierda jurídica que proyecta al terrorismo como instrumento de fuerza que la lleve al poder.

Señalábamos hace poco el hecho –comprobado– que la izquierda jurídica gobierna de facto. De manera subterránea, esa elite –compuesta fundamentalmente por la progresía caviar, o sea la zurda elegante, delicada, fifí, que vive como millonaria y protesta como proletaria– a lo largo de las últimas décadas usa el fundamento politizado de los derechos humanos, la ecología, los matrimonios del mismo sexo, el, aborto, el derecho de los gay, la guerra a la corrupción, etc., como instrumentos que solo ella, la zurda, domina y administra en forma correcta y eficiente. Y aquello le ha permitido –a la izquierda política– acaparar espacios clave dentro del aparato estatal, sin la necesidad –en todo caso la condición democrática sine que non– de obtener un solo voto en las urnas.

Pero sucede que esa izquierda jurídica –que jamás ha sido elegida por los peruanos para gobernar– ha resultado ser también la catalizadora de aquella gente de centro y de derecha que se ha plegado a la prédica políticamente correcta de los derechos humanos y demás yerbas. En otras palabras, hay gente que se hace llamar de centro izquierda y hasta de centro derecha que, por empatía con amigos de la izquierda jurídica, apoya al terrorismo, atraída quizá porque la postura socialista –con prebendas de todo tipo para quienes la practican– asigna mucho caché a los que actúan con doble cara. Por ejemplo, esa gente desenfocada apoya al terror atacando a las FF AA –acusándola de genocida– solo porque cumple su obligación de defender a 28 millones de peruanos del accionar de Sendero.

En una auténtica democracia estas aberraciones no pueden ni deben producirse. Es más, quienes se prestan a este doble juego –que al final del día significa anteponer los intereses de la sociedad a afanes personalistas– deberían estar políticamente proscritos. En el escenario actual, lo que está en juego es el futuro del Perú de cara al resurgimiento de un Sendero Luminoso hermanado con el crimen del narcotráfico. Y la democracia no debe prestarse a semejante amenaza sino, por el contrario, necesita repelerla. Notamos pues consternados que gente culta –intelectuales, profesionales y público de otras avenidas– se preste a atacar al Estado tildándolo de violador de dd hh del terrorismo letal. Con ello le abren el camino a Sendero y al Mrta, aunque sea sin abrazar necesariamente la ideología izquierdista. Ideología que, dicho sea de paso –de caviar a ultra o terrorista– es una misma: el socialismo. Se diferencia tan solo en las metodologías de cada cual.

lunes, 13 de abril de 2009

¡Qué capacidad de cinismo!

Hay una oenegé dedicada precisamente a fomentar la construcción de museos de la memoria. Es la Coalición Internacional de Sitios de Conciencia. De modo que la iniciativa para erigir aquel muselillo de condena al Estado peruano obedecería al dictado de esta mega oenegé financiada por fundaciones capitalistas –léase financistas de las oenegés– como Ford Foundation, Henry M. Jackson Foundation, Nathan Cummings Foundation, Oak Foundation, Samuel Rubin Foundation, etc. No sería extraño entonces que tras esta campaña exista un compromiso secreto, crematístico de las oenegés políticas –con aquel cartel de fundaciones capitalistas– para capturar un paquetón de dólares a cambio de seguir realizando “estudios sociales” sobre el –siempre conflictivo y abusivo con los pobres– Perú.

Leamos lo que dice la página web de la Coalición Internacional de Sitios de Conciencia:
“Sitios de Conciencia” son lugares históricos dedicados a conmemorar eventos pasados de lucha por la justicia…” O sea que según la progresía caviar, el terrorismo impuesto por Abimael Guzmán fue una “lucha por la justicia”.

Los “Sitios de Conciencia” son museos que interpretan la historia, fomentan el diálogo sobre temas sociales, abren vías para la participación ciudadana relacionadas con los derechos humanos, procuran convertirse en herramientas significativas para crear culturas de derechos humanos. Queda muy clara la misión de los museos de la memoria: crear cultura de derechos humanos.

Las sedes de la memoria se pueden convertir en nuevos centros para promover la democracia en acción. Pero la fuerza de los sitios históricos debe ser aprovechada como una táctica consciente al servicio de los derechos humanos y el compromiso cívico. Ojo con eso de “democracia en acción”. Nos recuerda a esa “democracia de participación plena” que impuso el velasquismo bajo el asesoramiento de los mismos progre que hoy nos embuten el muselillo de la memoria, como Enrique Bernales Ballesteros, el Obispo Luis Bambarén, etc. 

En el Perú, el Movimiento Ciudadano Para que No Se Repita es una coalición de más de 400 organizaciones de derechos humanos y grupos de la comunidad peruana. La Coalición se creó para divulgar los descubrimientos de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, a quien correspondía investigar la violencia y violaciones a los derechos humanos que salpicaron el conflicto entre el grupo rebelde Sendero Luminoso y las fuerzas gubernamentales. La coalición trabaja para organizar eventos de memoria y lugares para las víctimas y supervivientes del conflicto. Es decir, la CVR resulta ser un simple apéndice de esta coalición internacional. Es más, coincide con ella en que lo que ocurrió en el Perú fue un “conflicto”, y que Sendero Luminoso es un “grupo rebelde”.No hay otro comentario sino expresar con indignación: ¡Qué capacidad de cinismo!

domingo, 12 de abril de 2009

¿Qué tanto apuro?

La progresía limeña ha decidido –prepotentemente, como suele hacerlo– construir en Lima el museíllo anti Estado peruano que con tanto entusiasmo patrocinan la CVR y compañía. Pero hombre, ¿no fue Ayacucho el epicentro del senderismo que aniquiló al Perú? Claro que sí. Entonces, ¿por qué Lima? Porque así la izquierda podrá contar con un cenáculo a la mano –de características muy sensibles, como el trillado tema de los derechos humanos– para, desde allí, impartir consignas políticas cuando crea necesario. En realidad, todo esto del museo de la memoria viene generando tanta o mayor discordia –polarización, más propiamente– que el informe de la CVR. Es muy clara la simbiosis entre la desesperación progre por erigir el museo y el propósito del informe de condenar al Estado y victimizar al terrorismo, ya que en rigor lo que procura la CVR es plasmar en esa ermita su visión rencorosa y condenatoria contra las FF AA y el régimen que derrotó al terrorismo. Por último, la izquierda querría usar este museo para otros fines: solidificar la condena a cadena perpetua a Fujimori, y convertir aquella capilla pro terror en arma defensiva ante una eventual reencarnación fujimorista en algún segmento de poder –elegido en las urnas–, bien en el Ejecutivo o acaso como bancada legislativa. 

No hay pues razón para esta “urgencia” en levantar un altar taimadamente llamado museo de la memoria. La única es que la progresía quiere cincelar –en placas marmolinas y leyendas bronceadas– “su versión” sobre lo acontecido durante el cuarto de siglo de azote terrorista. La cosa es machacarle al público que lo que hubo acá fue apenas un conflicto interno, una etapa de violencia política; en vez de llamar las cosas por su nombre: genocidio terrorista. Sibilinamente los panegiristas del museíllo hablan de su intención de rendir homenaje a “todas las víctimas del conflicto interno”. Pero, ¿por qué no dicen la verdad? ¿Por qué no declaran que su objeto es acusar al Estado de “torturar y asesinar” a los terroristas? Y toda esta monserga, encima, sazonada con el argumento que los pro museo están a favor de la vida y en contra de la muerte, a favor del débil y en contra del poderoso, a favor del pobre y en contra del rico, a favor de la mujer y en contra del hombre, a favor del negro y en contra del blanco, etc. 

Pero, ¿acaso el senderismo –y quizá también el emerretismo– no está vivito y coleando, reorganizándose en plena ceja de selva para volver a volar en pedazos a la sociedad con su dinamita y AKM, ésta vez en clara alianza con el narcotráfico al que le ofrece su brazo armado a cambio de financiación cocainómana? Por supuesto que sí. Entonces, ¿por qué se le ocurre a la progresía caviar la súbita, urgentísima idea de imponerle al país un museíllo de la memoria, donde los peruanos acudan a repudiar al Estado y más bien a honrar a sus víctimas, los terroristas que generaron pánico, muerte y destrucción como disciplina para acceder al poder? Por puro interés político. ¿Y la sociedad peruana? Que recuerde nomás lo que era obedecer ucases de la zurda velasquista.

sábado, 11 de abril de 2009

Qué tal paradoja

El mundo se encamina a una transformación fenomenal. El tamaño de la crisis –algunos prefieren llamarla depresión– no permite que, en lo sucesivo, las cosas sigan como hasta octubre del año pasado. Esa fecha puede marcar el comienzo de una nueva era, la del Mundo Postamericano, título que un fascinante periodista –Fareed Zakaria, director de Newsweek Internacional– ha colocado a un reciente libro suyo. 

En él Zacaria vaticina no solamente el declive del imperio del Norte sino, además, la consolidación de una correlación de fuerzas liderada por países como China, Brasil e India que, frente a la caída libre que sufre EE UU, siguen creciendo aunque, claro, más lentamente que antes. 

Paralelamente, alrededor de esa misma fecha –octubre de 2008, cuando Wall Street casi repite el crac de 1929– Barack Obama resultó elegido presidente de Estados Unidos. Pocos años antes, cuando la economía del planeta crecía en forma exponencial, cuando las fortunas –sobre todo las norteamericanas– se disparaban a la estratosfera, cuando la riqueza se multiplicaba por horas en el primer mundo, nadie jamás se habría imaginado que un candidato negro llamado Barack Obama, hijo de un inmigrante de Kenya, con un padrastro de Indonesia, una abuela recientemente fallecida viviendo en Hawai, y otra que sigue viva y radica en su África natal, accedería a la más alta magistratura de la –que aún sigue siendo– primera potencia del mundo. 

Sin embargo a ese presidente hasta hace poco insospechado –que encarna de por sí la génesis de una transformación colosal– paradójicamente le ha tocado asistir a lo que algunos –como Fareed Zacaría– consideran el final de la era noerteamericana. “Todas las edades de oro acaban –escribe el director de Newsweek International– y no suelen acabar muy bien. Si algo ha quedado claro en esta crisis es el declive del modelo americano para el resto del mundo. El modelo económico y financiero que era el corazón del poder americano, ha sido destruido…..Lo que veo a largo plazo es la caída no solo del modelo americano, sino del modelo occidental….Estados Unidos tiene aún en sus manos las seis llaves del poder mundial sobre todo en lo que respecta al poder militar, pero nuestra posición no es ni mucho menos la que teníamos en el apogeo de la era Clinton…..La transición va a ser dolorosa y tenemos que cambiar de mentalidad.” Hasta acá las palabras –sin la menor duda deprimentes– de Fareed Zacaria.

Mientras tanto al pobre Barack Obama –aquel joven candidato que, con seguridad, cuando iniciara su campaña para la presidencia de EE UU jamás pensó encontrarse en una encrucijada tan espantosa– le toca la responsabilidad de evitar que se produzca el negro vaticinio de Zacaria. El problema es que para hacerlo va a necesitar cambiar paradigmas. Y es en esa vía que el mundo entero puede ingresar a un túnel sin saber qué hay al final de la larga oscuridad por la que ya hemos empezado a transitar los terrícolas, tras el descalabro del mundo financiero por culpa de banqueros inescrupulosos y la desidia de un gobierno como el de George W. Bush que prefirió dejar hacer, dejar pasar.

viernes, 10 de abril de 2009

Fecha de reflexión

A propósito de la Semana Santa, qué mejor homenaje podemos rendirle a Jesucristo –en estos días en que se recuerda su Pasión y Muerte– que recordar la fenomenal labor pastoral que realiza su Iglesia. Siempre polémica, pero igualmente siempre firme, la Iglesia Católica lleva ya la friolera de dos milenios liderando la labor pastoral en el planeta. 
Que ha habido épocas cavernarias, sin duda. Papas entronados por su riqueza o la propia Inquisición –la increíble Santa Inquisición– dan muestra de lo sucedido. Pero así era el mundo en esa etapa de la humanidad, y aquello marcaba muchas de esas cosas que hoy –en perspectiva– nos parecen increíbles, cuando no absurdas o aberrantes. Con el correr de los años, con el avance de las eras –hasta llegar a la Edad Moderna–, esas cosas han cambiado radicalmente. Hoy la Iglesia Católica no será el credo con mayor número de seguidores, sin embargo el Papa sigue siendo una figura magistral en el universo de naciones, por ejemplo. Y, asimismo, esa Iglesia se encuentra extendida en todo el mundo cumpliendo no solo su misión evangelizadora sino, además, un predominante papel solidario, algo que mayoritariamente pasa desapercibido porque la gente da por descontado que ese es, en esencia, el rol primordial de la Iglesia Católica. 

Una muestra de lo que es esa labor pastoral la explica en forma brillante el académico de la lengua y distinguido periodista español, Luis María Anson, a quien cedemos el espacio que resta de esta columna para deleite de nuestros lectores. “En las leproserías en todo el mundo, en los asilos de ancianos terminales, en los hospitales para enfermos infecciosos, solo se encuentra uno con misioneras y misioneros católicos. Esa es la escueta verdad. Nunca me he tropezado en esos lugares con un comunista militante, con uno de esos manifestantes que vociferan contra la Iglesia. Los misioneros y misioneras permanecen al margen de las pancartas y los sermones políticos. Derraman su amor sobre los leprosos, los sidosos, los enfermos terminales, los ancianos sin techo, los desfavorecidos y desamparados”.

Y continúa el elogio de Luis María Anson a la Iglesia: “Pues bien, en el cuerno africano, en las ciudades estercoleros de África, en los pueblos escombreras de Asia, en las favelas brasileñas o en las villamiserias peruanas, trabajan para los más pobres, para los más desfavorecidos, millares y millares de teresitas de Calcuta”. Y concluye Anson: “Escuché en una tertulia de radio a un simpático homosexual cebarse con el Papa y despotricar de la Iglesia. Se me ocurrió aclararle: ´Dicen que el sida está especialmente extendido entre los homosexuales aunque afecte ya a los heterosexuales. Seguro que tú nunca te pondrás enfermo. Pero ten por seguro que, si así fuera, quien te atenderá con amor y dedicación en el hospital será una monja católica.´ Se quedó callado como una puta el simpático gay y los tertulianos se apresuraron a cambiar de tema”. Qué mejor homenaje en esta fecha que recordar la abnegada labor de la Iglesia.

Sentencia condenatoria

jueves, 09 de abril de 2009

Un estupendo artículo escrito por el Profesor de Derecho chileno José Francisco García permite ilustrar con claridad las motivaciones –y el marco jurídico– en que se ha basado la sentencia condenatoria a 25 años de prisión al ex mandatario Alberto Fujimori. Van algunos párrafos de esa impecable pieza titulada “El poder de la izquierda jurídica”. 

“Solemos pensar que las decisiones colectivas más relevantes son tomadas en el Congreso, a través de leyes que deben ajustarse a la Constitución. El presidente las ejecuta, los jueces las interpretan. Con todo, en los últimos años la izquierda jurídica chilena está aprendiendo a utilizar el poder de los jueces para implementar las reformas sociales que la izquierda política no consigue en el Congreso...

Si bien la izquierda jurídica es un concepto difícil de precisar, representa el esfuerzo no concertado, todavía, de un conjunto de académicos, jueces, centros de estudios, funcionarios gubernamentales, clínicas jurídicas y ONG por utilizar el Poder Judicial, sobre la base de litigios constitucionales y legales, para avanzar una agenda de reformas sociales, redistribución de derechos y mayor intervención del Estado en la sociedad y economía...

Este esfuerzo está dando frutos. Chile está siendo imperceptiblemente reconstruido sobre la base de pequeñas batallas judiciales. A nivel de Poder Judicial, encontramos diversos fallos de la Corte Suprema en materia penal que han construido una tesis y aplicado el derecho internacional, de manera francamente “creativa”...

Existe un verdadero monopolio doctrinario en la formación de nuevas instituciones de la reforma. A ello se suman las clínicas jurídicas y la litigación de “interés público” que, mediante la construcción estratégica de casos, han encontrado en la Corte Internacional de DD HH la instancia perfecta para avanzar su agenda. Esta corte no tiene el prestigio, la consistencia, el accountability ni el soporte democrático de la Corte Europea de DD HH, su pretendido modelo...

Mientras tanto, y salvo contadas excepciones, la derecha jurídica parece descansar en que el diseño constitucional sigue operando, con piloto automático, como dique de contención ante esta embestida. Lamentablemente no se ha dado cuenta que aspectos básicos de la Constitución (orden público, económico, reserva legal, estatuto de la propiedad, subsidiariedad) ya han sido modificados por los jueces...

Parece paradójico que, estando la derecha política tan cerca de lograr la alternancia en el poder, se encuentre ante una democracia crecientemente construida judicialmente y alimentada desde la izquierda jurídica”.

Quizá esta sea una buena explicación del por qué la izquierda jurídica peruana manda, si la izquierda política ha fracasado en todas las elecciones en que ha participado. Pero sin duda la teoría misma nos ayudará a comprender cómo es que pudo lograr esa izquierda jurídica construir el fallo condenatorio contra Fujimori, aparentemente elaborado en el estudio de abogados de un ex procurador progre del propio ex presidente

La intelligenza solidaria

martes, 07 de abril de 2009

Para la progresía, en el Perú no hubo terrorismo. Ese horroroso cuarto de siglo en que murieran 25 mil peruanos, secuestraran a centenares de compatriotas, hirieran a otras tantas decenas de miles de ciudadanos, dejando una secuela de luto, dolor y pavor, pues fue simplemente resultado de eso que eufemística e hipócritamente la izquierda llama violencia política o conflicto político. 

Pero, ¿cómo es posible que haya hombres y mujeres en el Perú que ridiculicen de esa manera la verdad? Bueno, desde la creación del Universo existe el bien y el mal. Y en este caso es ésta última acepción la que –como siempre– destaca con su arma principal: la mentira. Y es con ella como la zurda quiere vindicar a ese puñado de aliados ideológicos suyos –los terroristas– para imponerlos como víctimas heroicas tras una supuesta lucha desigual con la opresiva sociedad peruana. Igual lo hicieron Stalin, Lenin, Mao, Fidel Castro, Guzmán Reynoso, Serpa, etc. Los buenos para ellos siempre fueron los genocidas –aquellos que asesinaban a mansalva a sus opositores dizque para hacer la revolución a favor de los proletarios– y los malos las decenas, centenares de millones de inocentes burgueses a quienes liquidaban tan ferozmente.  

Ahora bien, ¿con qué derecho un clan politizado –como las oenegés derechohumanistas y sus edecanes mediáticos, intelectuales y fácticos de la izquierda progre– intentan torcer la historia? Pues sencillamente con la potestad que se ha arrogado la zurda tras la caída del Muro de Berlín, ya que desde entonces encarna al bien a través de esa quimera llamada sociedad civil. Y es en base a ello que la progresía se permite fabricar tamaña fábula, donde los Robin Hood resultan ser Abimael Guzmán y sus fanáticos o Serpa Cartolini y sus secuaces, mientras el Estado peruano –es decir, la sociedad peruana y sus fuerzas armadas y policiales– aparece caracterizado como genocida y corrupto. 

Parece mentira pues que exista gente nacida en este país –claro que hablamos de un clan como el caviar que goza de notoriedad, voz mediática, supremacía intelectual y cultural, etc.– que esconda la realidad “en aras de la reconciliación”. ¡Qué reconciliación ni boberías! Lo único que busca esa izquierda es “tropicalizar” la imagen de las bandas genocidas –Sendero Luminoso y el Mrta– para venderle a la sociedad la idea que lo que acaeció en el Perú durante esa época infame fue apenas violencia política, un “conflicto interno”, un enfrentamiento entre jóvenes peruanos que se levantaron en armas contra un Estado asesino y explotador gobernado por tiranos corruptos, en su deseo por acabar con la injusticia ancestral impuesta por la oligarquía contra los pobres y los débiles. Esa es precisamente la interpretación encubierta y felona de la elite progre respecto a lo que 27 millones de peruanos llamamos por su nombre: terrorismo. Punto. Y esa misma exégesis mendaz la tiene la intelligenza criolla, tan solidaria con la zurda. Increíble.

Dirigencia en el banquillo

lunes, 06 de abril de 2009

En España, los principales partidos políticos protegen a rajatabla la seguridad de su sociedad. En el Perú, el abanico de partidos –que en conjunto podrían conformar una mayoría si los apetitos personales dieran paso al sentido del deber– sumados a una mal llamada sociedad civil –manipulada por la progresía local– han abandonado a su suerte a la ciudadanía ante el terrorismo. 
Como señalamos hace poco, los hispánicos acaban de suscribir un acuerdo para “combatir y derrotar a ETA en todos los ámbitos, apoyar y reconocer a las víctimas del terrorismo, impedir homenajes a grupos vinculados a la banda, y deslegitimar política y socialmente a los que amparan el terrorismo”. En el Perú, entre tanto, la mítica sociedad civil, de la mano de los partidos de nuestro folclore político, va a construir una ermita para homenajear a los terroristas que asesinaron, aterraron, secuestraron a decenas de miles de peruanos. Un contrasentido insensato, más aún si quien preside el comité encargado de homenajear a los terroristas –aunque ahora se diga que se piensa hacer lo mismo con las víctimas de esos miserables– es un destacado ciudadano español, aunque también notable peruano.

En la vida de los países es indispensable que las dirigencias se comprometan a cuidar la tranquilidad ciudadana. No hacerlo es traicionar no solo principios sino, sobre todo, a ese pueblo que eligió a sus líderes para que lleven el país por la senda de la concordia, la paz, el progreso. Los principios de respeto a la integridad humana necesitan ser resguardados por los gobernantes. Pero la demanda de la gente –que sus líderes velen por su seguridad– va inclusive más allá de esas leyes de carácter universal. Trasciende a lo normativo, ya que abarca la obligación y el juramento de los gobernantes para cuidar al país y a sus habitantes de toda acechanza y amenaza. No obstante la firmeza de ese principio, la dirigencia peruana –fundamentalmente la política– lo soslaya, anteponiendo intereses que van a contrapelo de lo que exige su población. Es decir, una dirigencia que transita por su lado concentrada en satisfacer sus deseos, olvidando que su obligación pétrea es defender el bienestar común cuya piedra angular es la seguridad ciudadana. Y es en este orden de ideas que destaca la urgencia por proteger a todos y cada uno de los peruanos del principal enemigo de toda seguridad: el terrorismo.

Sin embargo, apresada la cúpula senderista y emerretista a comienzos de los noventa –es decir, cuando el Estado peruano derrotó política, más que militar y policialmente, al terrorismo–, parte de nuestra dirigencia se alió con el terror, iniciando una guerra satánica contra aquel Estado triunfador. Fue la progresía la que fungió de espolón de proa de un terrorismo que ya estaba abatido por la sociedad. Porque la guerra satánica se dio –en exclusiva– en la arena legal, dominada acá y afuera por el progresismo, autor de sendas normas sesgadas sobre derechos humanos. Derechos que, dicho sea de paso, el terrorismo dinamitó pero que, gracias a sus abogados políticos –la izquierda delicada–, consiguió capitalizarlos para luego –empuñando la bandera de la santidad– arremeter contra el Estado acusándolo de genocida. Esa dirigencia política –doble filo– y la falaz sociedad civil, sencillamente dan náusea. Obran por intereses ajenos al país. ¿O no? 

 

Qué farsa tan grande

domingo, 05 de abril de 2009

Si bien la muerte de un individuo puede ser vista como una tragedia, la muerte de 1,000,000 de personas es una estadística.” Esta frase gélida pertenece al asesino en serie Iósif Visariónovich Dzhugashivili, alias José Stalin. Un genocida paradigmático, responsable del asesinato de más de 40 millones de rusos que dedicó su mortífera existencia a “construir el socialismo” en el mundo. Y claro, para ello no vaciló en liquidar a sus oponentes. En rigor, la meta “revolucionaria” consiste en arrasar al contrincante, aterrorizarlo y torturarlo hasta sepultarlo como método infalible de éxito. Por alguna razón el ejemplo estaliniano fue calcado por todos y cada uno de los movimientos comunistas del planeta que se hicieron llamar “revoluciones socialistas”. Desde Fidel Castro a Mao. Fue la excusa zurda para cometer los peores crímenes –allí sí violaciones de derechos humanos, así como delitos imperdonables contra la humanidad y las libertades del hombre–, para luego pasarlos por aquel cedazo de lo políticamente correcto, ese secreto que manipula tan bien la progresía izquierdista que, cual arte de birlibirloque, relativiza al genocidio hasta convertirlo en eso que la tiranía revolucionaria llama dialécticamente “poderosas razones para alcanzar el objetivo supremo de cambiar las estructuras del país para gobernar a favor de los pobres”.

En otras palabras, de acuerdo al código zurdo, para alcanzar “el objetivo superior de construir el socialismo” las revoluciones están facultadas a matar, torturar, raptar, violar, etc. Claro que los únicos dictadores con permiso para asesinar, secuestrar, aterrorizar, pisotear constituciones y arrasar con sistemas democráticos son esos tiranos que lideran revoluciones de izquierda. ¿Cómo así? Pues sucede que –por trayectoria histórica– los partidos políticos zurdos han brindado su bendición a todo crimen de lesa humanidad que se ha perpetrado al amparo de alguna revolución social. ¿Pero quiénes son estos gurús que santifican los delitos revolucionarios? Pues los mismísimos líderes de la izquierda revolucionaria. ¿O acaso no ha sido siempre la siniestra la que ha legitimado matanzas y crueldades bajo la excusa de la suprema transformación socialista, argumentando –como diría cualquier zurdo peruano, de caviar a ultra– la necesidad, la extrema urgencia de “destruir las bases perversas de la oprobiosa burguesía que explota a los más necesitados”? A propósito, ¿acaso uno solo de estos revolucionarios –con las manos bañadas de sangre- ha sido condenado por tribunal internacional alguno? Claro que no. Porque son de izquierda. Y a la izquierda se le permite todo. Empezando por el asesinato “social”.

Y a esta escoria, a estos dinamiteros de sociedades, a estos asaltantes de países, a estos desalmados de esa izquierda, a estos miserables que se amparan en ruines “revoluciones populares” para establecer las más drásticas y crueles de las dictaduras –so pretexto de implantar un “nuevo orden social”–, el mundo intelectual no solo los consiente y soporta sino hasta los aplaude. Sensibilidad social, que le llaman. Qué farsa tan grande.

La caída de un coloso

sábado, 04 de abril de 2009

Quizá el paradigma de la empresa privada durante la era industrial haya sido General Motors. Hoy sin embargo está a punto de declararse en quiebra. No obstante, hace un par de décadas ya había empezado a perder su preeminencia. La industria tradicional –de la cual la automotriz sigue siendo la de mayor volumen– pasó a ser superada por las macrotrasnacionales de las computadoras, las comunicaciones, la aviación, el petróleo, la electrónica, la banca, etc. El vuelo fantástico que alcanzó Microsoft sencillamente desplazó a GM del sitial que mantuvo durante 8 décadas consecutivas. Inclusive el año pasado GM sufrió la humillación de perder la supremacía en venta de unidades a nivel mundial, derrotada por el titán asiático, Toyota. Algo que nadie jamás imaginó. Menos aún William “Billy” Durant, intrépido industrial que el 16 de setiembre de 1908 fundara en Detroit, Michigan, el conglomerado automotriz General Motors.


Según el portal de GM, Durant, fabricante de carruajes para caballos en Flint, Michigan, empezó su proyecto adquiriendo la fábrica de automóviles que pocos años antes había establecido David Buick. Un año después incorporó a la Olds Motor Vehicle Company fundada en 1897 por Ransom Olds, primer productor de automóviles en EE UU bajo la marca Oldmobile. Luego compró la marca Cadillac, un auto fabricado por Henry Leyland cuyo proyecto curiosamente fue financiado por la familia Cardellach, inmigrantes españoles que radicaban en Nueva Orleáns. Más adelante Durant sumó a su conglomerado la marca Oakland (hoy Pontiac), y luego la popularísima Chevrolet, hasta entonces una fábrica de los hermanos Gastón y Luis Chevrolet.

Hoy, repetimos, GM se encuentra virtualmente en quiebra. La crisis mundial multiplicó la caída de sus ventas, que ya venían en declive por la competencia japonesa, coreana y europea. Hace un par de meses esta mega empresa pasó por la vergüenza de mendigarle ayuda al Tío Sam, al enviar a su presidente, Dick Wagoneer, a enfrentarse a un Comité del Senado norteamericano y pedir prestado 30 mil millones de dólares. Le dieron 13.4 mil millones en condiciones no especificadas. El hecho es que durante el pasado fin de semana la administración de Barak Obama ordenó a General Motors despedir a Wagoneer y al resto de directores, todo indica que preparando a la compañía para que se acoja al Chapter 11 –suerte de proceso de insolvencia ante Indecopi– y, eventualmente, a enfrentar su liquidación, de no encontrar una fórmula para reestructurarse.

Obama ha sentenciado: “No podemos, no debemos y no dejaremos que nuestra industria automotriz desparezca”. No especificó, sin embargo, qué piensa hacer al respecto. Lamentablemente a solo seis meses de haber cumplido su primer centenario, General Motors podría convertirse en empresa estatal. Algo inimaginable en la historia del mundo contemporáneo. Esperamos que ante esa terrible eventualidad la medida sea transitoria. Lo contrario traería consecuencias nefastas para la inversión privada.