martes, 07 de abril de 2009
Para la progresía, en el Perú no hubo terrorismo. Ese horroroso cuarto de siglo en que murieran 25 mil peruanos, secuestraran a centenares de compatriotas, hirieran a otras tantas decenas de miles de ciudadanos, dejando una secuela de luto, dolor y pavor, pues fue simplemente resultado de eso que eufemística e hipócritamente la izquierda llama violencia política o conflicto político.
Pero, ¿cómo es posible que haya hombres y mujeres en el Perú que ridiculicen de esa manera la verdad? Bueno, desde la creación del Universo existe el bien y el mal. Y en este caso es ésta última acepción la que –como siempre– destaca con su arma principal: la mentira. Y es con ella como la zurda quiere vindicar a ese puñado de aliados ideológicos suyos –los terroristas– para imponerlos como víctimas heroicas tras una supuesta lucha desigual con la opresiva sociedad peruana. Igual lo hicieron Stalin, Lenin, Mao, Fidel Castro, Guzmán Reynoso, Serpa, etc. Los buenos para ellos siempre fueron los genocidas –aquellos que asesinaban a mansalva a sus opositores dizque para hacer la revolución a favor de los proletarios– y los malos las decenas, centenares de millones de inocentes burgueses a quienes liquidaban tan ferozmente.
Ahora bien, ¿con qué derecho un clan politizado –como las oenegés derechohumanistas y sus edecanes mediáticos, intelectuales y fácticos de la izquierda progre– intentan torcer la historia? Pues sencillamente con la potestad que se ha arrogado la zurda tras la caída del Muro de Berlín, ya que desde entonces encarna al bien a través de esa quimera llamada sociedad civil. Y es en base a ello que la progresía se permite fabricar tamaña fábula, donde los Robin Hood resultan ser Abimael Guzmán y sus fanáticos o Serpa Cartolini y sus secuaces, mientras el Estado peruano –es decir, la sociedad peruana y sus fuerzas armadas y policiales– aparece caracterizado como genocida y corrupto.
Parece mentira pues que exista gente nacida en este país –claro que hablamos de un clan como el caviar que goza de notoriedad, voz mediática, supremacía intelectual y cultural, etc.– que esconda la realidad “en aras de la reconciliación”. ¡Qué reconciliación ni boberías! Lo único que busca esa izquierda es “tropicalizar” la imagen de las bandas genocidas –Sendero Luminoso y el Mrta– para venderle a la sociedad la idea que lo que acaeció en el Perú durante esa época infame fue apenas violencia política, un “conflicto interno”, un enfrentamiento entre jóvenes peruanos que se levantaron en armas contra un Estado asesino y explotador gobernado por tiranos corruptos, en su deseo por acabar con la injusticia ancestral impuesta por la oligarquía contra los pobres y los débiles. Esa es precisamente la interpretación encubierta y felona de la elite progre respecto a lo que 27 millones de peruanos llamamos por su nombre: terrorismo. Punto. Y esa misma exégesis mendaz la tiene la intelligenza criolla, tan solidaria con la zurda. Increíble.
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