Repugna cuando priman intereses personales –o de cualquier otra índole– en quien es elegido por terceros para actuar con imparcialidad. Es el caso del chileno José Miguel Insulza, secretario de la Organización de Estados Americanos, OEA.
Resulta que este hombre fuerte del régimen socialista de Salvador Allende, Canciller durante el gobierno de Eduardo Frei, y ministro del Interior del presidente Ricardo Lagos –es decir, un todoterreno del país mapocho– ha decidido hacerse reelegir jefe de la OEA. Aún no se sabe por aspiración personal o debido a la voluntad de su país. Sea lo que fuere, con ese motivo Insulza ha dejado de tener la sindéresis, la objetividad y la independencia que exige el cargo. Porque es evidente que viene actuando en función a su objetivo reeleccionista, antes que de acuerdo al interés de la mayoría de hombres y mujeres latinoamericanos. Y en su delirio por alcanzar la reelección –meta que los demócratas caviares proscribieran para Fujimori pero que alientan y aplauden cuando quienes pretenden alcanzarla son izquierdistas, como Chávez, Morales, Correa y ahora Zelaya–, Insulza confunde adrede número de naciones con cantidad de habitantes.
Es decir, Insulza solo busca sumar los 18 votos necesarios de otras tantas naciones para alcanzar su reelección, ignorando que muchas de ellas son caribeñas o centroamericanas con poblaciones mucho más ralas que aquellas de la región sudamericana, por ejemplo. En otras palabras, Insulza no debería confundir el peso político de países como el Perú (28 millones), Argentina (36 millones), o Brasil (169 millones), con Nicaragua o El Salvador, cada uno con alrededor de 5 millones de pobladores. Sin embargo en la práctica sucede. Y ello resulta muy riesgoso para el Continente, pues la estrategia de un orate como Hugo Chávez consiste precisamente en expandir su imperio socialista-petrolero en función a integrarlo con mininaciones que, en ese concierto chichero de países americanos llamado OEA, todas tienen el mismo voto e iguales privilegios que sus pares mayores. Una temeridad, pues en todo caso la OEA debería contar con algo semejante a lo que existe en las Naciones Unidas, un Consejo de Seguridad con derecho a veto conformado solo por los países ricos y poderosos.
A qué nivel habrá llegado la desesperación por hacerse reelegir de Insulza que –a raíz de la defenestración del tránsfuga “Mel” Zelaya como presidente de Honduras tras haber quebrado la Constitución de su país– la dedicación exclusiva del chileno es ahora servirle de felpudo y gonfalonero al impresentable Chávez –solo para conseguir el voto de las naciones que conforman la organización Alba–, haciendo lo indecible para que retorne al poder el tránsfuga Zelaya y así el poderoso Chávez pueda agregar una nueva conquista a su proyecto socialista bolivariano. Por eso ayer se humilló Insulza rogando la disculpa de ese caballo de Troya chavista conocido como la organización Alba –o Alternativa Bolivariana–, dizque por haber tenido el “atrevimiento” de señalar que “la crisis de Honduras no es una causa del ALBA sino de toda la región.”. ¡Qué vergüenza! Esperamos que Perú vote en contra de la reelección de José Miguel Insulza
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