Que la izquierda viene urdiendo una sublevación social de proporciones nucleares no es novedad. El problema es que el gobierno se comporta como zombie en medio de la insurrección que planificadamente preparan los rojos. Y si bien es cierto que en parte el clima efervescente obedece a los previos de la campaña electoral del 2011, sin embargo las características de las asonadas revelan que detrás de la excusa electorera la zurda viene planificando algo más. Se trata del Plan B, un golpe de Estado de masas populares al estilo Bolivia y Ecuador. Allí estriba la urgencia de la izquierda por mantener encoñados a indígenas, nativos y demás yerbas. No obstante, en pleno juego macabro del socialismo reciclado –que se dirige a traer abajo la democracia y a dinamitar el estado de derecho en este país–, el Ejecutivo sigue en la luna de Paita.
Para quienes aprendieron a leer y escribir, lo de Bagua fue un campanazo. También lo de Andahuaylas y Cusco. Allí la zurda ensayó su poder de movilización de masas nativas bajo el liderazgo de dirigentes ultra como el tal Pisango, ese con manos ensangrentadas por el asesinato de 24 policías estratégicamente asilado en la Nicaragua chavista. Y allí también la izquierda peruana reveló su confabulación con la maquinaria que dirige el impresentable Hugo Chávez, cuya meta es conquistar la región ocupando países que sean presa fácil de su tentación totalitaria. Y en ese escenario Perú es un candidato muy apetecible. En primer término, porque su ubicación geoestratégica permitiría a la “revolución bolivariana” cerrar un primer arco del círculo perverso que tiene previsto, uniéndolo con Bolivia, Ecuador y Venezuela, quedando solo Colombia como pieza suelta por ahora. En segundo lugar porque la “revolución boliviana” sabe manipular muy bien a las masas indígenas, gracias a la experiencia de uno de sus mandaderos: el dirigente cocalero y hoy presidente de Bolivia, Evo Morales. Un petardista impenitente que conoce muy bien cómo incendiar la pradera andina.
No obstante, la única respuesta del Estado ante la asonada de Bagua fue claudicar, derogando los decretos que exigía la poblada. Y claro, como lo señalamos en anterior comentario, la izquierda ya sabe de qué pie cojea este régimen. En adelante solo necesita movilizar a las masas –que sí las tiene, a contrapelo de un APRA aburguesada que perdió el dominio de calles y plazas– para conminar al Estado a que haga lo que le de la gana al comando totalitario que, bajo el influjo de Fidel Castro, dirige tan diligentemente el nuevo ayatola y proto emperador de Latinoamérica, Hugo Chávez.
Por último, para la semana entrante la ultra peruana comandada por el ollantismo, la CGTP y los mismos dinosaurios de siempre, orquesta un paro nacional. Pide el oro y el moro, sabedora de que el gobierno cede ante la fuerza de las masas. ¿Qué está haciendo el Ejecutivo para encarar tremendo brulote? El país necesita con urgencia comprender la estrategia del Estado frente a la arrolladora insurrección social que financia y ejecuta el socialismo bolivariano para apoderarse definitivamente del Perú.
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