lunes, 13 de julio de 2009

El burro parlante

¿Sabemos –como sociedad– hacia dónde vamos, hacia dónde va el Perú? En definitiva no. Los peruanos vivimos sin mayor diagnóstico ni perspectiva; apagando incendios; obedeciendo leyes de países extraños; olvidando experiencias –buenas y malas–: pero sobre todo ignorando la Historia. Por cierto, además de ello, el peruano actúa siempre a la defensiva; reacciona sin guión estudiado; carece de sagacidad y talento; se mueve tan solo para salir del paso, para superar la coyuntura y así quedar tranquilo por unos instantes que –de manera ilusa– quisiera hacer que perdure en el tiempo.

Pero, ¿acaso es posible alucinar que podremos ser Nación bajo una perspectiva tan irresponsable? Lamentablemente sí. Por lo menos es lo que cree la gran mayoría de improvisados políticos, tecnócratas, y ganapanes profesionales que integran la cúpula de poder. Gente sin sentido de la trascendencia ni mirada de estadista. Gente que se sube a la palestra gracias a la nefasta inmadurez de un pueblo que se encandila con el mensaje del vendedor de cebo de culebra o con la prédica de quien agita el resentimiento social. Gente que sin preparación ni inteligencia suficiente destaca solo por el endémico retraso educativo de gran parte de nuestra sociedad. Gente cargada de complejos y revanchismo que actúa por instinto, jamás por lógica académica. Gente que definitivamente estaría proscrita para dirigir los destinos de cualquier país medianamente estructurado como Nación. Fatalmente, no es nuestro caso.

El problema, señores, es que nuestra dirigencia nacional está absolutamente devaluada, desde que la conforma un ejército de analfabetos; gente sin escuela ni doctrina; individuos acaso con un poco de astucia, una pizca de viveza y grandes dosis de mañosería, que se da las ínfulas de dictar leyes y de soñar con ser jefe de Estado. Gente que, en otras palabras, no está preparada para gobernar.

Pero hay que acatar la democracia. Un sistema que funciona bien en sociedades cultas, pero que sin embargo en pueblos como el nuestro alienta la incapacidad y estimula el engaño. En efecto, democráticamente hablando, todos los peruanos tienen el camino expedito para ser presidente o congresista. Para lograrlo solo requieren los votos de una ciudadanía en su vastedad ineducada. Pero a aquel imberbe que se autoproclame candidato a dirigir el destino de 28 millones de peruanos no le hace falta siquiera haber concluido Secundaria, seguido estudios superiores, maestrías ni cursado Doctorado alguno. Un burro parlante tiene pues expedito el camino para gobernarnos. Pero, ¿qué es esto? ¿Dónde estamos? ¿Acaso en las comunidades de la serranía no escogen al más capacitado para ocuparse de las cosas? ¿Acaso en los negocios de humildes familias no seleccionan al más preparado para que lo administre? ¿Acaso la meritocracia no se impone en la actividad privada? Entonces, ¿por qué demonios este país sí puede ser conducido por un ignorante? Porque así son las reglas de la democracia, señores. Reglas que funcionan en Dinamarca, Japón, Rusia, China, etc., pero que perjudican al Perú desde que permiten que cualquier infeliz lo presida. Por eso es que no sabemos adonde vamos. Aunque, pensándolo bien, lo lógico es prever que nos vamos al diablo

No hay comentarios:

Publicar un comentario