domingo, 28 de junio de 2009

Un poder muy peligroso

La rectoría caviar que hace décadas gobierna la PUCP insiste en atornillarse al mando de la aún llamada “Pontificia y Católica” casa de estudios. Una universidad muy rica gracias a la mina de oro inmobiliaria y urbanizadora que recibiera como herencia –con condiciones hoy incumplidas–, así como a la maquinaria para hacer billetes en que los Wisconsin Boys han convertido a ese centro de enseñanza. Ambas fuentes de ingreso constituyen las turbinas financieras del conglomerado empresarial La Católica.

Toda una organización multimillonaria que administra en solitario la elite progre que prohíbe que alguien ajeno a ella ingrese al rectorado. Una cúpula que ha capturado como coto a la PUCP convirtiéndola en el centro de poder de la progresía nacional, facilitando que ésta intervenga en el aparato estatal a través, por ejemplo, del Poder Judicial, donde un batallón de abogados y varias oenegés políticas en unos casos coaccionan a magistrados y en otros sensualizan a jueces ofreciéndoles sendas cátedras universitarias, financiándoles seminarios, o invitándolos a eventos internacionales con todo pagado.

Asimismo el clan de letrados y oenegés políticas afines a la PUCP arrincona al Legislativo y al Ejecutivo a través de una fenomenal red mediática dirigida a demoler a aquella autoridad que no ceda a su capricho, endilgándole acusaciones de cualquier calibre. Todo perversamente orquestado por el dream team de profesionales que vive en torno al conglomerado La “Católica”; o sencillamente recurriendo al quebranto mediático de la imagen pública de quien se oponga a los intereses de la progresía, tarea en la que se especializan políticos, juristas y periodistas afines a la PUCP, retribuyendo de esa manera favores o atenciones que reciben de esa riquísima empresa universitaria.

Es pues grosera la hegemonía que ejerce la PUCP en el país. Hablamos de un peligroso esquema de poder –sobre todo económico y político– con el que hace décadas se beneficia la progresía socialista vía el rectorado caviar. Y claro, con plata de otros. En parte gracias a las altísimas cuotas que pagan los estudiantes, y asimismo con la fortuna que dejó el mecenas José de la Riva Agüero y Osma. Una herencia sujeta a condiciones precisas, que sin embargo han sido consistentemente incumplidas por la PUCP desde que su ex Rector, Salomón Lerner –el de la Comisión de la Verdad– “interpretó” per se la voluntad del donante respecto, por ejemplo, a la participación del Arzobispado de Lima –recordemos que la universidad sigue llamándose “Católica y Pontificia”– en la administración de los bienes donados. El tema, como el país conoce, ya fue zanjado en dos instancias por el Poder Judicial mediante sentencias a favor del Arzobispado. No obstante el pool de abogados de la PUCP insiste en desacatar los fallos apelando a desesperados artilugios para no perder el control de ese fenomenal conglomerado. ¿Hasta cuándo seguirán manipulando parte del país los rectorados caviar de la PUCP?

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