jueves, 25 de junio de 2009

Prensa irresponsable

A propósito de nuestro comentario de ayer en torno al fraudulento sistema que busca imponer la izquierda en connivencia con la elite caviar –mal llamado democrático-, es preciso deslindar la responsabilidad que le compete al periodismo ante la pérdida de valores a la que lo inducen los panegiristas de la neo democracia, algo que amenaza destruir los derechos y deberes de un sistema realmente libre, igualitario, justo y progresista, como corresponde a una auténtica democracia. Como suele argumentarse con facundia pocas veces vista en otros casos, el periodismo –en su gran mayoría capturado por la progresía caviar– se presenta como paladín de la democracia. Por tanto se da el lujo de exigir a la sociedad que defienda como derecho propio la libertad de prensa. Es casi una demanda para que la ciudadanía se convierta en bastión de lucha por este derecho universal. Sin embargo la prensa caviar –aquí llamada gran prensa- parte de una premisa sesgada y por ende inaceptable para el país, pues considera que el público está obligado a guardarle las espaldas al grupo progre que la conforma y que, a través de la gran prensa, consolida intereses políticos y económicos ajenos al principio de libertad de información al que aspira el hombre de la calle.

Cabe precisar que, por tradición, los peruanos hemos votado contra toda ideología totalitaria. Es más, Perú vivió el oscurantismo de la prensa confiscada por el Estado con el golpe socialista de Velasco Alvarado. Fueron épocas en que el país sólo respiró una llamada verdad oficial; es decir la que provenía de la cúpula del poder, del mismísimo gobernante de turno, volcada al papel y tinta por vulgares guachimanes del dictador de turno, quienes en calidad de interventores rentados se volcaron a monopolizar las noticias y comentarios del acontecer nacional fungiendo de periodistas.

Y el peruano aborreció esa situación. Lo comprueba la caída en picada de los tirajes y ratings de la época. No obstante hoy la “gran prensa” –manejada por los caviares– empuja otra vez al Perú a un régimen totalitario. Lo comprueba, por ejemplo, la irracional defensa que realiza del derecho humano de los terroristas. Como también ahora lo hace con los incendiarios del país al denunciar irresponsablemente que el Estado masacró a un indeterminado número de indígenas liquidando sus derechos humanos. A la par, sin embargo, ignoró el asesinato de 24 policías, como si ellos no tuvieran derechos humanos. Por lo demás, esa “gran prensa” se sienta en la defensa de los valores democráticos al anteponer exigencias de la progresía como acusar de genocida a sucesivos presidentes y a oficiales de la Policía y las FF AA, dinamitando la gobernabilidad. Por último, a lo largo de la última década la “gran prensa” incumple su rol defensor de la democracia y del estado de derecho alegando que ello es competencia solo del gobierno. Falso, aquello es deber ineludible de organizaciones de interés público como los medios de comunicación. Si por desgracia el Perú cae en un nuevo velasquismo ya sabe usted, amable lector, a quienes responsabilizar.

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