Aplaudíamos el sábado la actitud valiente, decidida y sobre todo justa del presidente Alan García de homenajear –sin ambages ni temores– a los soldados y policías peruanos que cayeron abatidos por el AKM o la dinamita de Sendero Luminoso y el Mrta, inaugurando un monumento a su memoria en el Patio Principal de Palacio de Gobierno.
Contrasta la resuelta iniciativa del actual jefe de Estado con la cobardía de anteriores mandatarios que prefirieron no solo ignorar sino, peor aún, criticar y hasta repudiar a las Fuerzas Armadas tras haber cumplido éstas un rol pivotante en la erradicación del terrorismo.
En un tema tan sensible y fundamental para toda sociedad –como en nuestro caso fue la derrota de Sendero Luminoso y el Mrta, apresando con extrema habilidad a toda la cúpula genocida y condenándola a cadena perpetua, aunque más adelante la progresía se hiciera cargo de liberar a cerca de mil miserables y de reducirle la pena a casi todo el resto–, los gobernantes no deben actuar a medias tintas. O están en contra o a favor del terrorismo. No existe espacio para que la sociedad rinda homenaje –en calidad de víctimas del Estado– a los terroristas, construyendo museos de la memoria calcados del extranjero –promovidos por la progresía para santificar al terror y satanizar al Estado–, ni erigiendo monumentos ideológicos dedicados a igualar el comportamiento de las fuerzas del orden de la sociedad con el proceder de los genocidas, cuando no inclusive a tratar de señalar al Estado como el principal asesino.
Por eso, reiteramos, chapeaux, doctor Alan García. Pero es importante preciar que nuestro presidente no está solo en el combate al terrorismo. Ya vimos el caso de España, donde los partidos políticos han suscrito un pacto antiterror que prohíbe todo homenaje en torno a la figura del terrorismo. Ahora hablemos de Francia. El presidente galo Nicolás Sarkozy, por ejemplo, fue firme al declarar universalmente: “No bajaremos la guardia frente a esa lacra ya sea el rostro odioso de ETA o el de Al Qaeda, puesto que es nuestro deber defender a los ciudadanos, hacer justicia a las víctimas y preservar las democracias que tenemos el honor de representar. Y al final del camino, venceremos.”
Es más, según Sarkozy, “La idea del que todo es igual, lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo, que el alumno vale tanto como el maestro, que no hay que poner notas para no traumatizar a los malos estudiantes. Nos hicieron creer que la víctima cuenta menos que el delincuente (…) Que la autoridad estaba muerta, que las buenas maneras habían terminado, que no había nada sagrado, nada admirable. (…) Una izquierda hipócrita que permitía indemnizaciones millonarias a los grandes directivos (…) Esa izquierda está en la política, en los medios de comunicación, en la economía. Le ha tomado el gusto al poder (…) Dejaron de ser las fuerzas del orden y crearon la frase: ´Se ha abierto una fosa entre la policía y la juventud: los vándalos son buenos y la policía es mala´ (…) Extraordinaria dialéctica la de Sarkozy, que pone en claro el doble estándar de la izquierda elegante que no solo ha decidido gobernar sin ser elegida por los votos, sino que coloca a los terroristas en el lugar de los buenos y a la policía y a los soldados como los demonios. Persevere entonces, doctor Alan García. Está en la línea correcta.
lunes, 11 de mayo de 2009
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