miércoles, 13 de mayo de 2009

El país número 199

Los 5 continentes acogen a 199 naciones: 54 en África, 50 en Europa (la más reciente constituida hace apenas 9 meses), 43 en Asia, 36 en América y 16 en Oceanía. Aunque la ONU solo registra a 191 (incluyendo Israel y Palestina). Los dos últimos miembros en incorporarse a las Naciones Unidas fueron Suiza (año 2002) y Timor Oriental. Por más utópico que parezca en pleno tercer milenio del cristianismo, vemos que siguen apareciendo nuevos Estados. Abkhazia es, repetimos, el último en ingresar a la lista de naciones independientes. Fue reconocido oficialmente soberano el 26 de agosto de 2008 por Rusia y, tiempo más tarde, por Nicaragua. Punto. Ni un solo país más. Su población llega a 200 mil personas agrupadas en un territorio cuya extensión es apenas de 8,432 km2 (1 habitante por cada 29 km2), conformado por una geografía que en la foto aparenta ser fascinante, con una preciosa costa que baña el espectacular Mar Negro. Aunque la inmensa mayoría del mundo lo ignora, Abkhazia tiene bandera, himno, lenguaje –todo propio–, además de un gobierno elegido, incluyendo presidente, vicepresidente, primer ministro, etc. Sin duda tan alucinante como resulta para nosotros enterarnos de esta excentricidad, debe ser para un abkhaziano saber que existe el Perú.

Desde el siglo 9 Abkhazia formó parte de la república caucásica de Georgia. Recién durante el siglo 16 nace el principado de Abkhazia. Y a partir del siglo 19 la Rusia zarista comienza a disputar su control con el imperio otomano. Sin embargo en 1931 Stalin funda la república autónoma de Abkhazia dentro del territorio de Georgia. Autónoma nominalmente, porque jamás dejó de estar sujeta al férreo control soviético. No obstante, conforme la URSS fue desintegrándose –a partir de 1980– arrancaron las fricciones entre las naciones que la conformaban. Abkhazia en la práctica fue absorbida y dominada por Georgia, con el resultado de brutales luchas étnicas que acabaron en muerte, destrucción y finalmente en la diáspora de la mayoría de abkhazianos. Hasta que hace apenas 9 meses Rusia intervino para sellar su traumática independencia. 

La verdad es que en Abkhazia todo está por hacerse. Si bien algún día fue república autónoma, la caótica situación de las naciones que integraron la URSS, aparte de las guerras intestinas libradas con Georgia, acabaron pulverizando a aquel Estado. Es más, miles de abkhazios huyeron de su país. Hoy viven en bolsones étnicos, sobre todo en Turquía, Jordania y Siria. Y desde el reciente divorcio de Georgia apenas han retornado a su patria alrededor de 2 mil abkhazios. Lo interesante es que en medio del actual desconcierto mundial –motivado por la crisis económica y la lujuria del todo vale– la parábola sería que aún quedan zonas del orbe que buscan formarse como sociedades con expectativa de éxito. En este caso, es evidente que si los abkhazios deciden no retornar a su suelo –por temor a que se repitan épocas de encono, espanto y desolación–, sin duda habrá ciudadanos de otros países –¿jóvenes peruanos acaso?– deseosos de instalarse en un nuevo Estado que aspira a la modernidad, lejos del mundanal ruido y ajeno a la hiper hacinación, como hoy vive la mayor parte del planeta.

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