Resulta enfermizo el argumento zurdo que sólo la izquierda defiende el interés de los pobres y necesitados. Ese es simplemente un mito perverso que, a falta de verdaderos argumentos, impone el socialismo en cuanta oportunidad tiene por delante para destruir el pensamiento de derecha que aboga por el éxito y la libertad.
La derecha está compuesta por seres humanos, señores, por gente que siente, comprende y ansía que el pobre salga de la miseria. Pero la derecha no busca que aquello se produzca repartiendo –robando– propiedad ajena, sino más bien promoviendo la generación de nuevos recursos que abonen a favor del progreso personal de los necesitados. Y la derecha apunta a ello tanto por elemental sentido humanitario, como por una razón de autodefensa, ya que un país de propietarios obliga a que todos sus habitantes remen en un mismo sentido
Mientras tanto la izquierda solo busca que los jerarcas socialistas se hagan ricos a costa de apoderarse del patrimonio de los hombres de trabajo que, a través de esfuerzo, ahorro y trabajo, lograron convertirse en propietarios. Y para destruir esa riqueza la zurda acusa al emprendedor de explotar al pobre, le confisca su hacienda y por último lo encarcela por abusivo. Y toda esta falacia conduce a que, al final del día, los burgueses –sometidos a la voluntad tiránica de la izquierda– acaben condenados a vivir como en esa Cuba que celebra 50 años de dictadura asesina de Fidel; o en la URSS con 7 décadas de socialismo de una cúpula criminal privilegiada; o en el gulag de la mortífera tiranía rumana de los Ceussescu; o en la asesina revolución de Mao que sometió al terror a mil millones de chinos. En todos esos casos fue la izquierda la que obligó a los pobres –como aún lo hace en Cuba– a vivir paupérrimamente, miserablemente, inhumanamente; privados de su libertad, encarcelados en un mundo materialista que condena todo contenido espiritual de la vida, incluyendo la religión. Esto es una realidad palpable, cabal. No es un cuento.
Por ello resulta grotesco que el socialismo criollo invoque las palabras libertad y democracia. Recordemos nomás el último gobierno socialista que tuvo este país. Para empezar, fue fruto de un golpe de Estado. La dictadura militar copó los tres poderes del Estado. Monopolizó durante doce años tanto el Ejecutivo como el poder Judicial. ¿Acaso no fue así, Enrique Bernales Ballesteros, hoy referente demócrata-constitucionalista de la progresía caviar? Y sencillamente clausuró el Legislativo sustituyéndolo por el COAP, un aparachik de uniformados asesorados por esos mismísimos socialistas infelices que hoy manejan oenegés que defienden los derechos humanos de los terroristas.
Fueron pues doce años de dictadura socialista, sumados a otros cinco de un belaundismo que, salvo devolver los medios de prensa confiscados, mantuvo las “reformas sociales” velasquistas, y a cinco más del primer gobierno aprista que enarboló la bandera siniestra. En consecuencia, debido a aquel aciago cuarto de siglo zurdo Perú saboreó el más estrepitoso fracaso económico de su historia. O, para ser más precisos, la izquierda hizo que los pobres en el Perú se volvieran más pobres y los ricos más ricos. A contrapelo de lo que sucede desde 1990, a partir de cuando este país es gobernado por el centro derechismo.NOTA: Esta columna seguirá apareciendo en forma
intermitente hasta el retorno de su autor.
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