Luis García Miró ElgueraEl país está sobrecogido por la escalada terrorista. En los últimos doce meses ha producido más de medio centenar de muertes. En ese sentido resulta dramática la situación de los militares y policías a quienes la sociedad obliga a combatir el terror. No solo ponen en juego la probabilidad de quedar tullidos sino de perder su vida. Por si fuera poco están expuestos a algo injusto y demencial: ser denunciados y condenados por la izquierda caviar por violar derechos humanos de los terroristas. Sin embargo paradójicamente luchan, entre otras razones, para proteger la vida, salud y comodidades de los pontífices de la culta y perfumada burguesía caviar; es decir, dan batalla por defender a sus más pertinaces enemigos y verdugos, y estos les pagan con su desprecio.
Es alucinante la forma como estos fariseos –que se autotitulan políticamente correctos– engañan a la ciudadanía, colocando a senderistas y emerretistas como víctimas de nuestras Fuerzas Armadas y Policiales y a las fuerzas del orden como asesinas en serie de “valerosos luchadores sociales, mal llamados terroristas”. Esta realidad rige desde que el Estado le ganó la guerra a Sendero Luminoso y al mrta. Sí, señor, vencimos en el plano militar y en el jurídico tras apresar a toda la dirigencia terrorista, condenándola a cadena perpetua. Aunque la progresía caviar se encargó de excarcelar a centenares de terrucos dizque por haber sido injustamente condenados; y asimismo cambió la legislación antiterrorista para que los genocidas encarcelados se acojan a la reducción de penas por observar “buena conducta” en la cárcel. Y encima de estas afrentas contra la seguridad y la legalidad, los caviares siguen dictando cátedra de cómo deben comportarse el Estado, los partidos, o los medios de prensa para –a su criterio– ubicar al Perú en el estándar de país políticamente correcto. Es decir, hipocresía al cubo.
Producto de uno de los ucases de la progresía caviar –impuestos a través de la Comisión de la Verdad, paradigma del comunismo criollo– es ese llamado Museo de la Memoria, ermita que la rojería pretende erigir como monumento a sus hermanos senderistas y emerretistas muertos en enfrentamientos que ellos –los zurdos– promovieron, al sublevarse con armas, dinamita y vitriolo contra la sociedad peruana para conquistar el poder por la fuerza. Y a ese atentado contra el estado de derecho, a esa traición que puso al Perú al borde de extinguirse como nación libre y tornarse en tiranía cubana –eso que tanto atrae a los progre–, a esa perfidia, amigos lectores, la premia la izquierda con un museo para honrar como héroes a sus “luchadores sociales”, y humillar a nuestros soldados, policías y gobernantes calificándolos de genocidas.
No alcanzamos a comprender entonces cómo es posible que se insista en la iniciativa de la CVR de levantar un mausoleo para rendir pleitesía a los antecesores del senderismo que continúa atentando contra el Perú –porque sigue sangrante y latente la herida que abrió el terrorismo–, mientras muchos integrantes de la CVR mantienen amenazadas a las FF AA con su prejuiciosas denuncias ante la CIDH por violación de dd hh. De locos.
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