miércoles, 2 de septiembre de 2009

Una nación desleal

A lo largo de la historia republicana, el complejo de Adán nos ha mantenido aliados con Bolivia. Nuestros fundadores y generaciones siguientes lo hicieron convencidos de que contarían siempre con la solidaridad de quienes formaran parte de nuestra sangre a través del Imperio Incaico; esperanzados en mantener la lealtad de quienes también integraran el Virreynato del Perú bajo el nombre específico de Alto Perú. Sin embargo nuestros antecesores obviaron un hecho pétreo: que los bolivianos jamás se sintieron peruanos, jamás les latió un ápice de fidelidad hacia los peruanos, gracias a la jugada artera de un verdadero enemigo del Perú como fue Simón Bolívar, un ególatra nato que nos robó territorio ancestral para establecer allí un enclave bajo su propio nombre, República de Bolívar como originalmente la llamó, y que hoy se conoce como Bolivia.

Bolivia sólo nos ha causado problemas. Por esa solidaridad mal comprendida de nuestra parte, nos llevó a una guerra letal. Hoy, no obstante, negocia tras bambalinas una salida al mar por territorio que perdimos precisamente por defender la fraternidad que jamás tuvo hacia el Perú. Asimismo nuestra región surandina ha sido, es y seguirá siendo pasto de un indigenismo atávico, desequilibrado y enfermizo fomentado por sucesivos gobernantes bolivianos. Hoy inclusive somos víctimas no solo de sendos infundios y procacidades provenientes del dirigente cocalero Evo Morales –convertido de la noche a la mañana en “presidente democrático” tras haber derrocado al régimen constitucional de Gonzalo Sánchez de Lozada, encabezando una rebelión violenta, cargada de odio y petardos dinamiteros que causó muchas muertes, y casi acaba en guerra civil–, sino que a través de la frontera con Bolivia se infiltran millones de dólares, agitadores y la peor escoria humana que envía el impresentable Hugo Chávez, titiritero de Morales, para apoderarse políticamente del Perú, como ya lo hizo con Bolivia.

Es más, el 24 de enero de 1992 y por iniciativa cien por ciento voluntaria del Perú, los presidentes Alberto Fujimori y Jaime Paz Zamora suscribieron un acuerdo mediante el cual cedimos –a cambio de nada– más de 160 hectáreas de nuestro territorio a Bolivia –que incluyen 5 kilómetros de costa, al lado de Ilo–, llamándolo inclusive Boliviamar. Sin embargo merced a la tradicional indiferencia y deslealtad de Bolivia, ese gesto generoso del Perú pasó desapercibido, sin agradecimiento ni reconocimiento alguno. ¡Hoy hasta nos retacean los trajes costumbristas! Por favor.

Entonces, ¿qué tanto reclaman ciertos “opinólogos” que nuestra Cancillería recomponga las relaciones con Bolivia? ¿Para qué? ¿A cambio de qué? ¿En base a qué argumentos? Porque, históricamente, acercarnos a Bolivia sólo nos ha traído problemas; y es evidente que mirando a futuro las cosas no van a cambiar un ápice. Nadie niega que exista una zona de intenso comercio bilateral en Desaguadero, ni tampoco que compartamos el Titicaca. Pero más allá de ello hacia el Perú sólo hay ingratitud y hasta perfidia en muchos estratos bolivianos. Otrosí: mientras la Bolivia de Morales –o de quien lo suceda– forme parte del imperio bolivariano del impresentable Chávez, Perú necesita guardar prudente distancia con la nación altiplánica.

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