martes, 8 de septiembre de 2009

Que se pudra en la cárcel

El genocida Abimael Guzmán Reynoso acaba de presentar un hábeas corpus ante una Sala Penal Antiterrorista, exigiendo trato humanitario en la cárcel donde purga condena de cadena perpetua.
El megacriminal Abimael Guzmán Reynoso reclama piedad a la sociedad que dinamitó y le arruinó la existencia durante un terrorífico cuarto de siglo.

El miserable innato Abimael Guzmán Reynoso pide conmiseración tras haber ordenado la muerte y el secuestro de decenas de seres humanos y destruido incalculable valor de infraestructura pública y propiedad privada y estatal.

El canalla y mil veces homicida Abimael Guzmán Reynoso demanda que el Inpe permita que lo visite en el penal otra genocida como él, la camarada “Miriam”, su conviviente y cómplice en las decenas de miles de asesinatos que cometió en nombre de su secta letal Sendero Luminoso.

Este aborto de la naturaleza, llamado Abimael Guzmán Reynoso, pide clemencia, cuando él jamás tuvo un ápice de compasión por sus inocentes víctimas.

Esta escoria social, conocida como Abimael Guzmán Reynoso, aspira a que la sociedad peruana se compadezca de él, cuando su alma putrefacta no dio cabida a la compunción, al dolor ni menos a la condolencia ante sus decenas de miles de martirizados.

Este ser abyecto y ruin, llamado Abimael Guzmán Reynoso, demanda asimismo su libertad, pues alega que –debido a su “buen comportamiento carcelario”– ya cumplió su condena, y que el hecho que no pueda pagar la reparación civil que se le impuso no es óbice para que se otorgue la libertad “porque el monto es demasiado elevado”, cuando el daño humano y físico que infligió esta basura es absolutamente incalculable.

Y claro, las oenegés politizadas, dizque defensoras de los derechos humanos –aunque sólo de los terroristas, jamás de un policía o un militar–, están a favor del reclamo del genocida Guzmán Reynoso, o “presidente Gonzalo” como gusta llamarse. “Sensibilidad social” le dicen a eso los políticamente correctos. “La sociedad no puede actuar igual que Abimael Guzmán”, pontifican los caviares. “El Estado peruano tiene que dar el ejemplo y comportarse con sentido humanitario ante los luchadores sociales, a quienes la derecha injusta califica de terroristas”, reclaman los progre. Aunque es evidente que la progresía caviar en el fondo piensa idéntico a Sendero o al Mrta. ¿O acaso no aspira a los mismos “cambios sociales” que quiere imponer el comunismo representado por ambas sectas terroristas? Lo que sucede es que los progre no usan dinamita y metralleta para no ensuciar sus manos de sangre, ni manchar sus trajes de pólvora, ni sufrir cárcel o persecución; para de esa forma, además, actuar desde fuera como abogados del terror.

Abimael Guzmán Reynoso y su partida de cafres terroristas –justa e impecablemente apresado y condenado por el Estado– debe podrirse en el penal. Sin visitas ni gollería alguna. Cuidado que no está en la cárcel por un asesinato pasional o por un crimen por robo. Está condenado a cadena perpetua (RAE: “Que dura y permanece para siempre”), por el asesinato masivo de inocentes peruanos. A llorar al muro.

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